El sueño de Esteban Trueba era tomarse un café vienés en una de las más lujosas cafeterías de Santiago de Chile, así que trabajó con ahinco para ahorrar los cincuenta céntimos que valía ese café que había anhelado durante toda su vida.
Por fin llegó el día, y en lugar de observar desde el escaparate, como había hecho en otras ocasiones, esta vez entró en el local. Sintió que todos los clientes le miraban, tal vez por su corta edad. Tras una larga espera, le trajeron su café vienés con tres galletas de miel.
Ansioso, metió la cucharilla y removió la crema. En una de las vueltas, la cucharilla chocó demasiado fuerte contra el cristal del vaso e hizo un boquete por el cual se volcó el café, ensuciándole su única camisa formal.
No sé por qué recordé esta historia ayer, que estuve pasando planta en el servicio de Hematología. La tuve todo el día en la cabeza.
21 de febrero de 2008
Esteban Trueba
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Me ha resultado extraña tu actualización, pero tengo unas ganas de desayunar...
Peaaaaaso de libro :)
...
¿No sería una idea parásita?
A todos nos gustaría saber más acerca de tus casos como médico ;-)
todos nos hemos sentido alguna vez como esteban trueba. los chascos de la vida.
¿Por eso del café y el vaso? Hm...
me parece imposible que de tanto mover con la cuchara se rompiera el vaso, oera de cristal malo o la historia ha evolucionado desde:me tiré el café encima con los nervios hasta el cristal se rompió misteriosamente en mismanos.
saludos
No conozco el libro ni la historia, pero... que pena. Es como aquella cancion en la que a Bartolo se le rompia el tambor. Que pena de ilusiones rotas...
Hay algunas historias que se vienen a la cabeza en los momentos mas inoportunos. Yo he cometido la insensatez de leer, en el tren hacia Roma, El principe feliz, de Oscar Wilde. Ahora, cada vez que entro en una iglesia llena de oros y riquezas, me acuerdo y nada parece ya tan bonito. Joe, me lo podria haber leido a la vuelta...
Anche io ti voglio bene!!
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