31 de julio de 2010

Pequeño enigma analgésico


No es raro que los pacientes tengan dolor en los postoperatorios de Otorrinolaringología.

Tampoco es raro que, después de haberles dado analgesia, a algunos les siga doliendo.

Cuando esto ocurre, médicos, enfermeros, auxiliares y celadores nos esforzamos en hacer todo lo posible para resolver el dolor del paciente.

Pero a menudo ocurre que, es cuando se le explica al paciente todo lo que se le está haciendo para calmar su dolor, empieza a notar mejoría. Se le pregunta al paciente si desea morfina y dice que no. Y el dolor desaparece.

¿Alguien sabe explicarme por qué ocurre esto?

28 de julio de 2010

Veintisiete


Desde que era muy pequeño, he sido capaz de resolver el cubo de Rubik.

Aunque el juego siempre me ha parecido muy interesante, lo que me ha divertido más de él es la cara que se le queda a la gente que se ha pasado años rompiéndose la cabeza para intentar armarlo cuando, delante de sus narices, comienzo a mover el cubo rápidamente para dejar ordenadas todas sus caras en un par de minutos.

Raras veces he contado acerca del cubo que su solución tiene truco. Prefiero que se piense, como en el juego de un ilusionista, que he sido capaz de poner todas las piezas en su sitio gracias a complejos razonamientos lógicos.

Concretamente, para acabar este rompecabezas, hay que aplicar en su preciso momento sólo seis reglas diferentes, que yo memoricé hace años. Algunas las entiendo perfectamente; otras he sido incapaz de verlas espacialmente, aunque me he esforzado bastantes ocasiones en hacerlo.

Que el cubo haya perdido para mí su cara misteriosa para pasar a ser un pasatiempo de aplicación ordenada de algoritmos no implica que este juego de geometría me parezca enigmático en ocasiones, al ver cómo sus 27 piezas (3x3x3) son capaces de desordenarse tanto entre sí con relativamente pocos giros.

Hoy cumplo 27 años, el número de piezas del juguete. Mi vida ha sufrido también en este tiempo giros raros, responsables de mi situación actual. En ocasiones, han sido resultado de aplicar reglas que comprendía y otras, de aceptar normas impuestas que eran un acto de fe. Y también, cómo no, sigo viendo en mí una parte realmente enigmática que ni yo mismo entiendo.

26 de julio de 2010

La hora del alcohol


Conversación imaginaria mantenida con un residente de Otorrinolaringología en el año 2030.

-Don Emilio, ¿le puedo hacer una pregunta?
-Llámame Emilio, por favor. Y de tú.
-Vale. ¿Es verdad que cuando tú eras residente se podía fumar dentro de los hospitales?
-¡No, hombre! Yo no soy tan mayor. No, mira, cuando yo era residente estaba más que prohibido fumar dentro del hospital. Los fumadores salían a la calle y a los que se quedaban dentro para hacerlo se les reñía y estaban muy mal vistos.
-Ah.
-Lo que sí se podía hacer cuando yo era residente era pedir alcohol en la cafetería.
-¡Anda ya! ¿En serio? ¡Se está usted quedando conmigo!
-No... es verdad. A mediodía se tomaban cervezas; en verano, tintos y algunos padres, cuando nacían sus hijos, pedían botellas de champán.
-Pero eso es una barbaridad. ¿Por qué se era tan intransigente con el tabaco y con otra droga tan perjudicial como el alcohol había tanta tolerancia? No tiene sentido.
-Beber alcohol estaba bien visto. Era común celebrar cosas con alcohol. Si lo hubieras vivido, no te sorprenderías ahora tanto.

Foto: Repisa de un bar del Arenal, hace unas noches.

23 de julio de 2010

El conflicto diplomático


Para que los guiris que viven en mi casa fueran dejando algún tipo de recuerdo de su estancia, decidí enmarcar un mapa mudo y colgarlo en la pared. Elegí los mapas de la editorial Vicens Vives, que los recordaba de mis clases de Geografía del colegio como los de mejor calidad, con sus países en colores agradables y sus fronteras precisas.

Más tarde, les di a cada uno de mis huéspedes una banderita hecha con papel de pegatina y un alfiler a modo de mástil, para que la clavaran en el mapa sobre su ciudad de origen. Poco a poco, el mapa se ha ido llenando de banderas que a mis visitas les encanta curiosear.

Sin embargo, uno de mis extranjeros puso un día una objeción:

-Sí, claro, yo pongo la banderita sobre mi ciudad, pero ¿te importaría hacerle un cambio? Verás, yo no me identifico con la bandera de mi país; prefiero marcar dónde vivo con la bandera de mi región.

La polémica estaba servida. A mí personalmente me daba igual que se marcara en el mapa con la insignia que le diera la gana, pero me daba un poco de reparo que, el próximo guiri que viniera de su mismo país se sintiera un poco incómodo al ver una zona de su nación con una bandera regional encima. No quería que a mi nuevo invitado le ocurriera lo mismo que me pasó a mí hace ocho años.

Hace ocho años, participé en un encuentro de jóvenes europeos en Alemania. Una de las actividades de presentación consistía en que cada uno de los países participantes colgara un gran pliego de papel en blanco en la sala común, para que cada uno de los participantes de los otros países escribiera sus opiniones sobre él.

Mi compañera Beatriz y yo cogimos un buen pedazo de papel de estraza, escribimos con letras mayúsculas ESPAÑA en la parte superior y dibujamos al lado del nombre una bandera roja y gualda. Colgamos el gran cartel en la pared y periódicamente íbamos a ver qué era lo que los otros participantes en el encuentro iban poniendo en él.

La mayoría de los participantes dibujaba toros, flamencas y castañuelas, que era lo que conocían de nuestro país. No me sorprendió mucho que nos conocieran por eso; lo raro habría sido que supieran algo de nuestra política económica, que no es especialmente brillante. Una mañana, amaneció el cartel con una gran bandera colgada encima: era una bandera gallega con una estrella roja en su mitad. Bajo ella, alguien había escrito GALICIA LIBRE.

Extrañados por lo sucedido, Beatriz y yo fuimos preguntando a mis compañeros si sabían quién había colgado eso en nuestro cartel y por qué. Una chica italiana se identificó como la autora.

-Lo he hecho yo. Lo he hecho porque el año pasado estuve de vacaciones en Galicia e hice unos amigos de allí que me enseñaron los motivos por los cuales Galicia debe ser una nación independiente y la opresión que España lleva ejerciendo tantos años sobre ella.

Quizás ahora habría actuado de otra manera. Pero con mis diecinueve añitos de entonces se me ocurrió responder:

-Ya. Bueno verás, no voy a pedirte que la quites, pero sí que me gustaría que supieras que no me resulta nada cómoda esta situación.

La chica no la quitó. Los monitores del encuentro decidieron que, como el objetivo del ejercicio era la libertad de expresión, no era adecuado retirar la bandera gallega aunque fuera independentista, aunque coincidieron que aquello era algo bastante violento para todos. La bandera se quedó clavada en el póster de España hasta el último día.

Volviendo al presente y a mi mapa, una vez que hubo ido mi invitado yo tenía tres opciones: dejar la bandera regional que él había colgado, sustituirla por una bandera nacional o guardarla en un cajón para evitar conflictos. ¿Cuál de las tres cosas habríais hecho vosotros?

Foto: Parte de mi mapa, esta mañana.

20 de julio de 2010

La llegada al puerto


Capítulo 2x02

A Jorge lo veo un par veces al cabo del mes; sin embargo, no había vuelto a saber de Vientoblanco, su alter ego en el mundo Pokémon, desde que nos despedimos fríamente hace casi tres años en las montañas heladas del norte de la imaginaria región de Johto.

Por eso me sorprendió que quisiera volver a ese mundo paralelo. La suya no era una decisión precipitada; me la venía proponiendo desde hacía bastante, pero yo nunca la había tomado en serio. Durante todo el tiempo que había transcurrido, Jorge ya no era un universitario frikie que se pasaba las horas en su casa delante de un ordenador; ahora era todo un ingeniero encorbatado que se pasaba las horas en su oficina, delante de un ordenador. Yo tampoco era un ocioso opositor; ahora me paseaba en bata blanca por un hospital y con una reputación que mantener.

Y en medio de ese universo de realidades, Jorge quiso volver a ser Vientoblanco, el entrenador de Pokémon acuáticos que se teñía el pelo y las barbas de color azul eléctrico.

Vino a casa un domingo de julio, a las cuatro y media de la tarde, a esa hora en la que nadie sale en mi ciudad porque está fundido el asfalto de las calles. Anduvimos bajo el sol hasta llegar a esa zona del puerto que no conoce nadie y desde donde parte un barco que deja en la isla Pokémon de Hoenn, en el muelle de ciudad Portual.

Nada más bajarnos del barco, nos dimos cuenta de que ya éramos demasiado grandes en edad y en tamaño para continuar en aquel juego, pero como era nuestro deseo volver a vivir las aventuras de hacía unos años, usamos nuestra imaginación (y el Photoshop) para poder volver durante una temporada a ese mundo que no existe.

Foto: La llegada a ciudad Portual.

17 de julio de 2010

La tesina


Cuando le cuento a mis compañeros que mi tesina va sobre reclamaciones a otorrinolaringólogos, se les congela la sonrisa.

-¿Sobre reclamaciones? Es decir, ¿estás haciendo un doctorado sobre denuncias?
-Bueno, no exactamente. Las reclamaciones no son denuncias... ...son documentos en los que se cuentan malas experiencias. A veces también dan sugerencias.
-¿Y en serio eso da para una tesis? En fin, tú sabrás; al menos te vas a enterar de muchas cosas divertidas del hospital.

Eso es lo que piensa la gente, que mi tesina es una tesina cotilla, el "Aquí hay tomate" de los proyectos de postgrado. Pero se equivocan, no es nada divertida. Leer una tras otra las vivencias negativas de pacientes y familiares contadas desde el otro lado es muy amargo. En ocasiones, después de leer algunas reclamaciones he tenido que ir a la cocina para comerme un trozo de chocolate y animarme.

Ahora que la tesina ya está terminada y con su visto bueno, os voy a resumir las dos conclusiones a las que he llegado; pero con un lenguaje informal, porque el vocabulario que he empleado en el documento oficial me aburre hasta a mí.

1. Los motivos por los que la gente pone reclamaciones son muy variados; tanto, que los temas se repiten muy pocas veces. Por lo tanto, es poco práctico estudiar las reclamaciones para saber cuáles son los errores principales de un servicio médico. Sin embargo, leer las reclamaciones permite que los trabajadores conozcamos cuáles son las cosas que más fastidian a pacientes y familiares. Algunas de ellas son muy obvias y fáciles de corregir; sin embargo jamás, desde mi perspectiva, jamás se me habrían ocurrido. En resumen, para encontrar los grandes problemas de un servicio, las reclamaciones no sirven; pero para reconocer los pequeños fallos son muy útiles.

2. Ningún gestor debería tener la idea de utilizar el número de reclamaciones que se han puesto para decidir si un servicio es bueno o malo. Con otras palabras, que a nadie se le ocurra utilizar la tasa de reclamaciones como un indicador de la calidad de la asistencia sanitaria. Os explico, el hospital es un sistema extraordinariamente complejo. ¿Os acordáis de eso de que una mariposa bate sus alas en Tokio y acaba habiendo tormenta en Nueva York? Pues aquí ocurre lo mismo; un trabajador de un servicio cualquiera decide un buen día cambiar el ascensor que suele utilizar y provoca que otro servicio que no tiene nada que ver se retrase y que ese día lluevan las reclamaciones (esto es un ejemplo que me acabo de inventar, no está basado en nada real). En definitiva: el que piense que un servicio es mejor que otro porque sus pacientes reclaman menos se equivoca soberanamente.

Ea, pues con los dos párrafos anteriores os he resumido decenas de tediosas páginas. Después de esto, me voy a ir unos días a la playita para tumbarme en la arena y ponerme a pensar en cómo enfocar la tesis.

12 de julio de 2010

Cinco consejos para representantes de laboratorio


Satanizar a la industria farmacéutica sin reconocer todo lo bueno que ésta hace por nosotros es tan ridículo como esa famosa escena de "La vida de Brian" en la que los judíos hablan de los romanos.

Sí, actualmente la industria farmacéutica hace muchas cosas mal, pero es la responsable de que podemos comprar paracetamol en cualquier farmacia, de que en el hospital hayan desaparecido las infecciones decimonónicas gracias a los modernos antibióticos y de que los europeos con VIH consigan mantener su carga viral en niveles indetectables.

Los representantes de laboratorio, bajo mi punto de vista, son necesarios también. Ellos nos informan de los nuevos productos y las nuevas presentaciones de fármacos disponibles en el mercado que, mediante la literatura médica, no son fáciles de conocer. Sin embargo, entre ciertos sectores de los sanitarios, nos despiertan cierto recelo, dado que siempre nos queda la duda de que nos quieran dar gato por liebre: a veces, dan información sesgada y otras, mienten.

En mi experiencia profesional, he conocido a bastantes representantes de laboratorio; los he recibido a todos en mi consulta y de algunos me ha gustado más su estilo que de otros. Con esta experiencia, me permito elaborar cinco consejos que creo que, de seguirse, podrían mejorar la relación sanitario-farmacéutica actual.

1 Nuestra relación es comercial. No somos amigos, aunque eso no quiere decir que no podamos mantener una relación cordial. Vienes a visitarme porque quieres venderme tu producto; ésa es la principal premisa de nuestra relación y debe quedar clara desde el primer momento.

2 No necesito bibliografía. A los sanitarios de las últimas promociones universitarias se nos ha enseñado cómo hacer búsqueda de bibliografía y cómo realizar revisiones de artículos de forma crítica. No necesito un artículo de un ensayo clínico donde se diga que tu producto es mejor que el de la competencia porque, de entrada, ése artículo me merece la misma confianza que esos anuncios de "mi detergente lava más blanco".

3 Tampoco necesito pichigüilis. Los pichigüilis son pequeñas chucherías publicitarias que se regalan a los médicos, normalmente de escaso valor (bolígrafos, llaveros y cosas así). Es verdad que el sueldo de los sanitarios no es espectacular, pero desde luego podemos permitirnos pagar de nuestro bolsillo las cosas que regalas. Si el objetivo del pichigüili es hacer publicidad, no te preocupes: si tu producto es bueno, no olvidaré recetarlo; si es malo, un bolígrafo no me hará cambiar de opinión.

4 Háblame de tus propias cosas malas. Me da muy mala impresión que intenten convencerme de que un fármaco no tiene ningún efecto secundario. La impresión es aún peor si se recalca que el fármaco de la competencia sí tiene este tipo de efectos. Sería mucho mejor que me dijeras que tu fármaco, como cualquier otro, tiene efectos secundarios, que son tal y cual, y por qué el balance riesgo-beneficio se inclina hacia su utilización.

5 Respeta mi criterio de prescripción. Receto lo que creo más conveniente para mi paciente, integrando las pruebas científicas disponibles con mi experiencia personal. Si te enteras de que aconsejo tu fármaco, pregúntame por qué lo hago y qué experiencia estoy teniendo con él. Si, por el contrario, sabes que no lo estoy enviando, pregúntame abiertamente el motivo. Pero, sea cual sea tu caso, respeta mi libertad.

Escribo esta actualización porque creo, con la ingenuidad de un médico joven, que nuestra relación puede cambiar para mejor: hacia una mejor comprensión de ambas partes a través de la transparencia.

Foto: Ensayo a doble ciego de una marca de detergente.
Vídeo: ¿Qué han hecho por nosotros los romanos?


9 de julio de 2010

El domingo del #EBE10Salud


Domingo 4 de julio

8:10: Me despierto en el Hospital después de una guardia.
8:12: Dando vueltas en la cama, me pongo a recordar el #twittsev (la reunión de twitteros sevillanos) del pasado viernes y en los organizadores del Evento Blog España a los que conocí allí).
8:13: Recuerdo que siempre me había dado un poco de pena que en el Evento Blog no se trataran temas médicos.
8:15: Decido lanzar un mensaje por Twitter al ciberespacio. A ver qué pasa.

A continuación se detalla un resumen del aluvión de mensajes que se produjeron aquel día.

8:17 @emilienko
Blogosfera sanitaria, el #ebe10 parece que va a ser en Sevilla, así que deberíamos hacernos notar de algún modo los frikis del #ebe10health.
Y lo primero que habría que decidir sería si orientar el #EBE10health a eHealth en general o a blogosfera sanitaria en particular.
9:00@monicamoro
Buenos días !! Veo que dais caña a #EBE10health . Que os parecería: Salud 2.0: iniciativas y expectativas?
11:20 @pastanaga
que buena iniciativa!!!
11:41 @manyez
siiiii, hay que luchar para organizarlo
11:46 @flupianez
mira que ecuación más maja :-) Innovación + Integración + Inclusión + TIC + Salud = I3TIC Salud = #EBE10health

Acabo de llegar a casa desde el hospital y, al ver la buena acogida, continúo la conversación.

11:47 @emilienko
Me alegro mucho de que os haga ilusión. Comencemos un brain storming: ¿qué objetivo os gustaría cumplir en el #ebe10health?
11:56 @flupianez
identificar como I3TIC impactan en calidad asistencial, coste-efectividad, gestión salud de ciudadanos-profesionales
12:10 @monicamoro
Un buen objetivo #ebe10health: acercar público 1.0 a experiencias 2.0. Debemos ganar masa crítica en estas experiencias para triunfar.
13:55 @CarlosMatabuena
Jo, me relajo un par de días y ya estáis montando otro movidón! Voy a ponerme al día!

Salgo a celebrar un cumpleaños y me evado un poco de la conversación. Cuando la retomo, las cosas ya van así:

17:53 @marianoh
pues nada, a montar como sea el #EBE10health
18:16 @veronicajuan
Ya estais todos? Falta @Emilienko!!! Cuando es? Donde? Gestiono
18:21 @meriti
estuve en el EBE'09 me gustó, pero se quedaba corto, en salud se puede hacer mucho mejor, yo me apunto!

Después de merendar, ya se había organizado algo. Se había cambiado el Hashtag por #EBE10Salud, que es más autóctono, y se había hablado de facilitar la inscripción a todo interesado.

19:17 @carlosmatabuena
Google Doc de emergencia para irse inscribiendo y aportando sugerencias. Interesados en participar.
20:02 @pediatria
Me he apuntado, aunque sin saber bien de qué va esto del #EBE10Salud
21:43 @calippop
Uniéndome a la propuesta para una mayor presencia de la salud 2.0 en el #EBE10Salud
23:19 @jabarrera
@Emilienko creía que ya estabas apuntado

Emilienko aún no estaba apuntado; se había ido a ensayar teatro. A Emilienko nunca se le había ocurrido que un simple mensaje enviado a internet durante las horas más espesas de una guardia podían haber generado todo este impacto. A día de hoy, el #EBE10Salud tiene bastante aspecto de organizarse. En este documento podéis inscribiros y aportar vuestras ideas. También podéis alucinaros, del igual forma que hice yo, del potencial que tiene la web 2.0 para organizar eventos.

Foto: Pájaros de Twitter bajo la luz de un domingo por la tarde. Cortesía de Mikebaird.

5 de julio de 2010

Dudas de fútbol


Es muy aburrido ver el fútbol conmigo porque, como no tengo ni idea, no paro de hacer preguntas.

-¿Por qué han anulado ese gol?
-Es un fuera de juego.
-Vale. ¿Qué es un fuera de juego?

(...)

-¿Éste es el segundo tiempo?
-Sí.
-¿Y cuántos minutos dura?

(...)

-Entonces, ¿ya hemos ganado?
-Sí.
-Eso quiere decir que pasamos a semifinales, ¿no?
-Sí.
-Son dos partidos más.
-Sí.
-¿El dinero de pagar la estancia en Sudáfrica a estos chicos para esos dos partidos más y sus sueldos y los del personal que trabaja con ellos, sale de nuestros impuestos?

Foto: Arrugado en la carpeta de mis papeles de niño encontré los resultados del mundial de Italia 1990.

2 de julio de 2010

La Seguridad Social te toca las orejas


Estuve en un congreso escuchando una comunicación acerca de cómo operarles a los niños las orejas en soplillo.

Las orejas en soplillo (u orejas prominentes) son ésas que están muy separadas de la cabeza y que le dan a la cara un aspecto característico. La técnica que describió el otorrino que impartió la comunicación fue muy interesante; no obstante, una vez que hubo terminado su charla, se despertó ese pequeño gestor sanitario que cada uno de nosotros llevamos dentro. Así que, durante la hora del café, me serví una taza y un bollo, me puse a pasear inocentemente entre los stands del congreso y me hice el encontradizo con el ponente.

-Hola. Perdona, ¿tú eres el que esta mañana has hablado de otoplastias pediátricas?
-Sí...
-Me ha gustado mucho tu comunicación, pero hay algo que te quería preguntar: ¿cómo haces para poner un límite?
-¿Cómo?
-Sí. Hay niños que tienen orejas muy deformadas y esos indudablemente necesitan cirugía. Pero hay otros en los que los pabellones no son demasiado prominentes y, ya sabes, en definitiva, la otoplastia es una intervención de cirugía estética. ¿Dónde está el límite para decidir qué niño se opera y qué niño no?

Hay intervenciones de cirugía estética que cubre la Seguridad Social y esto es algo bueno. Entre ellas están las grandes deformidades faciales; la mamoplastia de reducción, con objeto de disminuir el volumen de las mamas y prevenir problemas de espalda o las ptosis palpebrales que afectan la visión por tener los párpados tan caídos que llegan a tapar la pupila.

Pero en algo como las orejas en soplillo, me resulta difícil establecer una frontera que separe a quién debe operarse y a quién no. Existe una corriente que opina que todos los niños con orejas en soplillo deben ser intervenidos para evitar que se les generen traumas de por vida: ya sabéis, los niños son crueles y en las guarderías se ríen los unos de los otros. Yo me planteo si ésta es una razón suficiente para someter a un niño a una anestesia general.

Un lector: Claro, usted cree que no es necesario porque usted no tiene las orejas en soplillo.
El autor: Sí, es verdad; yo no tengo las orejas en soplillo, pero hay otras partes de mi cara que distan mucho de ser perfectas. Mi nariz está un poco sobreproyectada, por ejemplo. Y estéticamente no me sentaría mal un poco de cirugía ortognática para adelantarme la mandíbula un par de centímetros. Pero tiene usted razón, mis orejas son bonitas.
El mismo lector: ¿Sus orejas son bonitas?
El autor: Sí, eso me han dicho en algunas ocasiones, sí.
Otra vez el mismo lector: ¿En muchas ocasiones?
El autor: Bueno, no sé exactamente en cuántas ocasiones. Aunque ahora que lo dice, quizás me digan lo de las orejas como un piropo por cumplido porque ¡no me encuentran nada que adular en la cara! De cualquier modo, no quiero hablar de mis orejas, señor lector. Esto era una entrada seria, ¿sabe usted? Así que haga el favor de no obsesionarme con mis rasgos faciales no-perfectos; que hasta ahora nunca me habían importado.
El lector: Usted perdone...
El autor: No hay de qué.

¿Por dónde iba? Ya no lo sé... ...pero en definitiva, lo que quería decir era que está muy bien que en determinados casos las intervenciones de cirugía estética entren dentro de las prestaciones de la Seguridad Social, pero que desde luego, con un presupuesto finito, es muy difícil marcar una frontera que decida quién debe operarse y quién no.

Foto: Un zubat: un pokémon famoso por sus grandes orejas. A pesar de ser éste un pokémon bastante impopular, yo entrené una vez a uno y resultó sorprendentemente fuerte.