30 de enero de 2010

Círculos y triángulos turcos


El guía que le tocó a nuestro grupo no era malo. Los malos fuimos nosotros.

Turquía es muy grande y un viaje por todo el país implica necesariamente muchas horas de autobús. Nosotros siempre nos sentábamos al final, para no tener que escuchar las explicaciones del guía, que no nos gustaban mucho. Al principio, lo escuchábamos por cortesía; los últimos días, estábamos deseando que soltase el micro y nos dejase dormir.

Es verdad que en julio en Turquía hace mucho calor. El guía quiso advertirnos de esto con una desafortunada frase:

-Traigan por favor al autobús ropa adecuada, porque hoy será un día muy... ...caliente.

Todos nos sonreímos ante su error, pero por respeto nadie dijo nada. Entonces a mí se me vino a la cabeza esa antigua canción de Rafaella Carrá: "Caliente, caliente", que fue la que desencadenó todo.

Llegados a este punto, hay que aclarar que muchos de nosotros fuimos de esos que, durante los años de instituto, nos sentábamos en las primeras filas del autobús, cerca del profesor, y que nos perdíamos lo que ocurría en las animadas filas de atrás. Parece que en este viaje habíamos decidido recuperar el tiempo perdido.

Propuse a mis amigos que cantásemos juntos la canción de Rafaella. Eso nos animó tanto que comenzamos a jugar gritando a mis juegos de la adolescencia, hasta que el guía tuvo que parar sus explicaciones para preguntar:

-¿Qué está haciendo el grupo de médicos?

Era la intensivista que, en mitad de mi juego de los animales, imitaba a un koala trepando por un árbol mientras que la uróloga corría desinhibida por el pasillo del autobús tras haberse convertido en una mosca de cocina.

El juego el que más éxito tuvo fue el de círculos y triángulos que, con los acalorados debates que suele producir hizo que, no sólo nosotros, sino que más de medio autobús acabara defendiendo su propia identidad:

-Y si se fijan a la derecha, pueden ver... por favor, grupo de médicos y gente que se les ha unido, ¿les importa callarse un momento?
-¡Círculo! ¡¡Yo soy círculo!! -se defendía Gloria como podía, a voz en grito- ¡No me votéis, que os vais a equivocar! Y si me votáis, votad luego a Paco, ¡que él seguro que es triángulo!

Foto: El grupo de médicos y la gente que se nos unió, indicando con las manos si éramos círculos o triángulos.
Audio: "Caliente, caliente" de Raffaella Carrà.



Fin de la serie DELICIAS DE TURQUÍA

27 de enero de 2010

Ventajas de la comida rápida


Antes de que se me rompiera la puerta que me permitía acceder al único grifo que tenía agua, podía permitirme almorzar en el nuevo piso y fregar los platos después.

Confieso que en más de una ocasión había fantaseado con llevar una dieta sana una vez que me mudara: con más frutas y verduras y menos carnes y azúcares.

Mi fantasía se fue al garete cuando, el primer día que decidí almorzar allí, me di cuenta de que la casa estaba en un estado aún tan precario que lo único que podía hacer era salir y comprar un kebab y una cocacola.

Prometo que este tipo de comida la tomaré pocas veces.

Foto: Mi primer almuerzo en la nueva casa.

23 de enero de 2010

El vídeo de la monja


La primera edición del Encuentro Viral acerca de cómo se están aplicando las nuevas tecnologías y la web 2.0 a la Medicina en la ciudad de Sevilla fue muy agradable.

Me gustó comprobar que en mi propia ciudad hay bastantes personas que tienen fe en el modelo de telemedicina que practica Rafa Bravo, que leen las elegantes críticas de Vicente Baos y Javithink y que disfrutan siguiendo las peripecias de nuestra querida doctora Jomeini. Pero lo que más me sorprendió fue el acalorado debate que abrió el vídeo de la monja de la gripe.

Para los que no sepan qué es esto del vídeo de la monja, se trata de una grabación de una hora en la que la doctora Teresa Forcade explica cuáles son, según ella y la bibliografía que ha consultado, los pros y los contras de la vacunación contra la gripe A. Teresa Forcade es monja benedictina, graba el vídeo vestida en su hábito y explica que, al vivir ella en un convento y no ejercer ya la Medicina, puede opinar sin ningún miedo a posibles consecuencias por expresar su opinión.

El impacto que ha tenido el vídeo de la monja ha sido brutal y la opinión de Teresa Forcade se ha hecho más fuerte que los consejos dados por el Ministerio de Salud y Consumo o por iniciativas de blogs cooperativos como Gripe y Calma.

-Yo no creo que el vídeo tuviera tanta repercusión porque la protagonista fuera una monja de hábito -le dije a Paco anoche. Creo que el éxito fue que Teresa Forcade dijo cosas que mucha gente ya estaba pensando y que por falta de pruebas sólidas nadie se había atrevido a decir.
-Sea como sea, no me parece lo más preocupante -me respondió. Lo peor es el escaso número de sanitarios que se han vacunado de la gripe. Eso demuestra que existe una cierta desconfianza de los profesionales hacia las recomendaciones que recibís de arriba. ¿Por qué eso es así? ¿Qué os está ocurriendo a los que trabajáis el sistema sanitario?

Foto: Escena una antigua obra de Troteatro. La orden de las Flageladas de María, rebelde al sistema, decide desmontar la plaza de toros de Sevilla y llevársela al convento.
Vídeo: Campanas por la gripe A, también conocido como "vídeo de la monja de la gripe".


20 de enero de 2010

La canción del gorila


Leí una vez que los gorilas tienen una percepción del tiempo diferente a la que tenemos los humanos.

Nosotros vemos nuestra vida como un camino por el que andamos: el futuro queda delante y el pasado detrás. Sin embargo, los gorilas perciben su vida al revés, como un camino por el que van andando de espaldas. Para ellos, el pasado está delante, porque son capaces de verlo y el futuro, que es desconocido, está a sus espaldas.

Según esta comparación, los humanos andamos por nuestra vida ciegos. Quizás deberíamos aprender de los gorilas y ver más nuestro pasado; poder echar la vista atrás de vez en cuando, ser felices por lo vivido y no preocuparse tanto por el futuro.

Conclusión a la que llegué tras hablar con un paciente con cáncer.

Audio: El baile del gorila. Una canción que, aunque pretende lo contrario, siempre me ha parecido muy triste.


16 de enero de 2010

Se necesita ayuda


Necesito para este fin de semana toda la ayuda que queráis ofrecerme.

He decidido, después de más de un año, mudarme a mi nueva casa, y me he dado cuenta de que es algo más trabajoso de lo que yo creía. Concretamente necesito para este fin de semana:

Expertos o amateurs en instalaciones eléctricas, que sepan conectar casquillos, para que no se me haga de noche a las seis de la tarde.
Conductores prudentes y con coche propio a los que no le importe que usemos sus coches y su gasolina para mudar libros y ropa desde mi casa antigua a la nueva.
Aficcionados al Lego y al Meccano en su infancia, que me ayuden a montar los embalados muebles de Ikea.
Entusiastas de los Reyes Magos a los que les apetezca abrir y tirar embalajes.
Fanáticos u obsesionados de la limpieza a los que les suponga un reto convertir una obra en una casa como los chorros del oro.
Decoradores frustrados que me ayuden a elegir un sofá.

No habrá compensación económica, pero prometo comida y bebida gratis en los bares de la zona. Podéis contactar conmigo a través del móvil o de mis perfiles de Facebook o Twitter.

12 de enero de 2010

La Casa de Dios y los gomers


Enrique me ha prestado "La Casa de Dios" de Samuel Shem.

El año pasado, el adjunto de las sillas me dijo que era un libro de lectura imprescindible para cualquier médico y que él me recomendaba que lo leyera. Después de haberlo terminado, no sé si me ha gustado. El libro habla de la miseria de un hospital americano de los años setenta. No hace tanto énfasis en las penurias de los enfermos como en las triquiñuelas de los médicos para evitar tratar los problemas conflictivos de los pacientes.

Todos los médicos de la Casa de Dios me resultan odiosos: desde el que adorna las historias clínicas para que parezca que el paciente pertenece a otra especialidad y así poder quitárselo de en medio hasta la que se preocupa tanto por sus pacientes que nunca les deja que se mueran, pasando por el que levanta las camas para que el enfermo se caiga durante la noche y poder "largarlo" a Traumatología y el que sólo piensa en su aventura sexual con la enfermera.

En el libro, lo peor que le puede tocar a un residente es atender a un gomer. El gomer es ese paciente anciano y demenciado que ingresa en el hospital con varias enfermedades, todas ellas descompensadas, pero que no ponen en riesgo su vida. Al gomer le quedan aún muchos años de vida pese a tener la cabeza perdida. El gomer es fácil de ingresar, pero, por la complejidad de sus enfermedades, difícil de dar de alta. Pasará meses en el hospital y seguramente de poco le servirá el ingreso.

Hace unos días coincidí en una guardia con una residente de primer año encantadora.

-¿Cómo te va la guardia? -le pregunté.
-Mal. He perdido mucho tiempo con una paciente, voy con retraso y ni siquiera sé qué es lo mejor que puedo hacer con ella.

Miré a la paciente y caí en lo que estaba ocurriendo: la paciente era una gomer. El adjunto de las sillas tenía razón, evidentemente el libro ha cambiado mi forma de ver el hospital, pero no sé si para mejor o para peor.

Foto: Directorio del Hospital Central de Nis, Serbia, donde cada especialidad está en un edificio diferente.

8 de enero de 2010

Nadie habla de los gorrillas


Creo que si hay algo un sentimiento realmente absurdo en el ser humano son los "enfados express". Los enfados express son episodios de ira de intensidad leve, que se pasan al cabo de dos minutos y que al cabo de cinco se olvidan completamente. Yo no soy psicólogo, pero supongo que el enfado es un sentimiento cuyo objetivo es asociar un sentimiento desagradable a una vivencia, de forma que en un futuro, la vivencia se intente evitar. Pero, si olvidamos aquello que nos causa el enfado, ¿qué sentido tiene?

Mi mayor fuente generadora de enfados express son los "gorrillas". Para el que no esté familiarizado con el término, hay que aclarar que en Sevilla se llama gorrilla a un peatón que se dedica a encontrar plazas de aparcamiento y que se queda en ellas de pie esperando a que pase un conductor buscando aparcamiento. Cuando el conductor llega, se ofrece a retirarse del sitio a cambio de una propina.

¿A quién no le revienta tener que darle un euro ganado con el propio esfuerzo a un gorrilla cuyo único mérito ha sido reservarse una plaza de aparcamiento? ¿Y a cuántos nos dura el enfado más de un breve momento?

El hecho de que tener que pagar un impuesto extraoficial de aparcamiento se olvide rápido ha hecho que nos acostumbremos tanto a los gorrillas que nos parezca normal que haya que pagarles.

Foto: Resguardo de aparcamiento que me dio un gorrilla. Dice: "El aparcamiento de un vehículo no constituye contrato de depósito del mismo ni de los objetos existentes en él. No nos hacemos responsables de cualquier robo, hurto, pérdida o daños causados por terceros al vehículo o a su contenido. Voluntario." A este papel yo tengo que hacerle tres comentarios: Uno: El vehículo no lo aparca usted, sino yo: usted sólo está ocupando el lugar libre donde quiero dejarlo. Dos: Si usted no lo aparca y tampoco se hace responsable de los daños, ¿por qué está cobrando? Tres: Es verdad, es voluntario, pero sé que si no le pago mi coche puede sufrir consecuencias.

6 de enero de 2010

Lo que nunca sabrá la princesa Leia


La cabalgata de reyes del Ateneo de Sevilla no es gran cosa, pero yo me lo paso muy bien y les grito a los niños de las carrozas hasta perder la voz. Este año, José Carlos se ha ofrecido a izarme a hombros cada vez que pasa uno de los Reyes Magos, de forma de que a cada uno de ellos pude pedirles lo que quería que me trajesen desde tres metros de altura: a Melchor, un disco duro externo; a Gaspar, ligar más y a Baltasar un curso de fresado de hueso temporal.

Cuando sólo han pasado la mitad de las carrozas, estoy tan excitado que se me pone la tensión por las nubes y me da dolor de cabeza. Cuando veo a lo lejos que la carroza número 28 está dedicada a la Guerra de las Galaxias y que está presidida por una princesa Leia, me vuelvo a emocionar.

Es una princesa Leia graciosísima. Cumplió los 20 años hace ya muchas Navidades, tiene una cara muy sevillana y lo único que la caracteriza es la túnica blanca de episodio IV y el haberse recogido el pelo en forma de dos ensaimadas a cada lado de la cabeza.

-¡Leia! ¡Leia! ¡Aquí! ¡Aquí! ¡Leia, te adoro! ¡Leia, quiero ser tu Han Solo! ¡Leia, yo a ti iría a buscarte a la Estrella de la Muerte!

Leia me mira, se ríe y me tira caramelos para que me calle. Acaba de pasar la cabalgata, repongo fuerzas con un chocolate con churros y voy a verla por segunda vez; esta vez en la calle Tetuán. Allí vuelve a estar Leia y yo vuelvo a gritarle, aunque está aún a más de veinte metros.

-¡Leia! ¡Leia!

Estoy gritando tanto que se me queda mirando de forma un poco incrédula para comprobar si soy el mismo loco que vio en María Auxiliadora. Lo soy.

-¡Se acuerda de mí! ¡Se acuerda de mí! ¡Leia! ¡Princesa! Qué digo princesa, ¡reina! ¡Reina de Alderaan!

Leia organiza a los niños de la carroza para que todos a la vez me tiren caramelos, no sé si como premio o como castigo. Acaba de nuevo la cabalgata y tras una tapa rápida, voy a encontrarme por tercera vez con la cabalgata a Pagés del Corro. Esta vez, no la veo de principio a fin, voy a buscar directamente a la princesa.

-¡Leia! ¡Leia!

Leia para la carroza, los niños me dan tantos caramelos que no me caben en los bolsillos, Leia posa para mi cámara de fotos y una vez que ha terminado, me da la mano y más caramelos todavía.

-¡Leia! ¡Muchas gracias! ¡Te veré el año que viene! -me despido de ella, que me envía besos. Por un momento me sentí Luke Skywalker.

Leia debió pensar que estaba loco. Sin embargo, lo que la princesa Leia nunca sabrá es que yo, en mi vida habitual, no soy así. Yo soy un médico serio, a veces hastiado de dar malas noticias a diario. Muchas veces, creyendo que todo el mundo está enfermo, me alegra salir a la calle y ver toda la gente que pasea sin que le pase nada.

El día de la cabalgata de Reyes puedo volver a ser un niño durante unas horas y olvidar durante unos momentos toda la desgracia humana que veo a diario.

Foto: La carroza de Leia.

3 de enero de 2010

La toma de gas


-Y por esto que le acabo de explicar, creo que sería mejor que usted se quedase ingresado en el hospital este fin de año, porque así le podemos controlar en caso de que...

Teléfono. Es la tercera vez que me llaman en los cinco minutos que llevo hablando con este paciente, así que decido cogerlo no vaya a ser que sea para algo importante.

-¿Me permite un momento? -le pregunto al paciente, mientras que el pobre se resigna a estar ingresado la noche del 31. ¿Sí?
-Hola, Emilio, te llamo de la cocina.
-Ah, hola, dime.
-No te habré interrumpido en quirófano como otras veces, ¿no?
-No, no, dime...
-Verás, te quería preguntar, ¿dónde está la toma del gas?
-¿Qué toma del gas?
-No sé si te acuerdas, tú encargaste un fogón de gas; para eso hace falta que lleven una tubería del gas a la cocina.
-Ehh... no sé... -entonces recuerdo que, la última vez que estuve en la obra, no vi ninguna tubería de gas en la cocina. Un momento, que llamo a mi constructor.
-No, si no hace falta, nosotros te vamos a terminar de montar la cocina y ya tu constructor se encarga de hacer que llegue allí la tubería.

El día 31 me di cuenta de que la obra no se acabaría nunca.

Foto: La cocina ayer, antes de que tengan que abrir de nuevo la pared para meter la tubería del gas.