30 de septiembre de 2008

Pedida y corbata


Viernes 20:00. Teléfono.

-Hola Emilio, soy Rocío.
-Hola...
-Oye, ¿tú te acuerdas de que esta noche era la pedida de mano de Maribel y de que estás invitado?
-Ay... no, no, se me había olvidado completamente... ¿tú vas a ir?

-Sí.
-¿Y qué te vas a poner? Es decir, para ir a estos sitios ¿hay que ir guapo?
-Sí, hay que arreglarse, sí. ¿Qué te vas a poner?


En ese momento, no sé por qué, respondí sin dudar.

-Me voy a poner mi mejor traje de chaqueta combinado con mi peor corbata.

Me parecía muy divertido llevar una corbata de estampado imposible a una pedida de mano; pero cuando llegué a casa, me di un poco de vergüenza en las fotos.

24 de septiembre de 2008

Adulterios


La primera obra que estamos preparando en nuestro nuevo y joven grupo de teatro, tiene como título provisional "Adulterios" y trata precisamente de eso, de adulterios.

Es verde, muy verde, quizás demasiado verde: bastantes chistes y situaciones absurdas sobre sexo duro. No sé si cuando hagamos las modificaciones de rigor deberíamos meter la tijera de la censura.

Si venís a verla, ¿os escandalizaríais demasiado?

Foto: Bocetos de vestuario de algunos de los personajes principales.

19 de septiembre de 2008

La fuente de la vida


"Bebió y bebió de las aguas de la vida hasta calmar su sed. Y la alegría lo llenó de la cabeza a los pies; alegría de vivir y alegría de ser él mismo. Porque ahora sabía otra vez quién era y de dónde era. Había nacido de nuevo. Y lo mejor era que quería ser precisamente quien era. Ahora sabía que en el mundo hay miles y miles de formas de alegría, pero en el fondo todas son una sola: la alegría de poder amar."

Foto: La fuente de la vida. Simón Arrebola. Fragmento.

Texto: Las aguas de la vida, La historia interminable. Michael Ende. Fragmento.

16 de septiembre de 2008

Teatro de lavadero


Nuestro nuevo grupo de teatro cumple dos meses y medio y ya estamos trabajando en un nuevo proyecto. En esta ocasión se trata de un drama con un gran número de chistes picantes.

En estos ensayos previos a la puesta en escena, nos estamos dedicando al trabajo de mesa: acortar escenas aburridas, adaptar los chistes desfasados en el tiempo y añadir números musicales. La mesa en la que hacemos este trabajo está en el lavadero de mi casa, donde la actividad teatral no interfiere en ningún momento con la limpieza de la ropa.

Foto: Laura escribiendo anotaciones en su libreto. De fondo, ropa interior y sábanas tendidas.

10 de septiembre de 2008

El muelle (2)


Esto que aparece en la foto es una cánula flexible de traqueotomía: un tubo que se mete a través del cuello para facilitar la respiración.

Esta cánula tiene algunas peculiaridades respecto a otras cánulas; por ejemplo, dentro del balón de inflado hay un muelle de metal. El resto de la cánula es de plástico y por lo tanto, si hacemos una radiografía, lo único de la cánula que aparece en ella es ese dichoso muelle.

Ahora podréis entender por qué en la radiografía de ayer enseñaba un muelle dentro del corazón: ese muelle no estaba dentro del cuerpo, sino que descansaba tranquilamente encima del pecho del paciente.

A partir de hoy recordaré que, en las radiografías, los cuerpos extraños que aparecen pueden estar fuera del cuerpo.

8 de septiembre de 2008

El muelle (1)


Estuve haciendo una cura difícil en la laringe de un paciente y esforzándome en ella para que curara bien.

Unos días después, le pedí una radiografía y dentro de uno de los bronquios apareció un muelle. De repente, me acordé de la cura que con tanto cuidado le había hecho, juraría que nunca había usado ningún tipo de instrumental con un muelle que se me pudiera haber caído por la tráquea hacia abajo.

Me puse blanco; no sabía que hacer; aquello era grave. ¿Cómo sacar ese muelle?

Continuará...

Foto: Montaje de Photoshop de cómo se vería un muelle en un bronquio. Material para el montaje de Google Imágenes.

6 de septiembre de 2008

Pesadilla antes del quirófano


Lo de ayer fue una gran oportunidad. Uno de los mejores cirujanos del servicio me había invitado a verlo operar en su clínica privada por la tarde y ésa era una ocasión que no podía perderme.

Los viernes no hay mucho trabajo; sin embargo, ayer parece que media Sevilla se puso enferma de golpe. Normalmente acabo a las dos y cuarto, ayer terminé a las tres, quedándome sólo tres cuartos de hora para llegar a la clínica.

A paso ligero, me dirigí a la estación de bicicletas, porque estaba muy justo de tiempo. No había ninguna bici allí. Sin perder la paciencia, fui a la estación de bicicletas vecina, pero también con bastante poco éxito, porque también estaba vacía.

Me pongo a buscar un taxi que, tras avanzar un par de manzanas, se queda en medio de un atasco terrible del que no puede salir. Todavía estoy en la otra punta de la ciudad y ya sólo me quedan 20 minutos para llegar a mi cita. Me empiezo a poner muy nervioso. Pago el taxi (7 euros) y me bajo de él.

Corriendo por la Palmera, voy buscando nuevas estaciones de bicicletas, la primera que encuentro también está vacía; en la segunda queda una bici. La cojo. Empiezo a pedalear con todas mis fuerzas, pero se levanta viento en contra. La situación comienza a parecerse a una de esas pesadillas en las que no puedes avanzar porque tienes los pies pegados al suelo.

Pedaleo fuerte, fuerte, más fuerte, estoy empapado en sudor, el corazón se me quiere salir del pecho, pero lo consigo y, quedando sólo un minuto, llego a la puerta de la clínica. Entonces me doy cuenta de que no sé dónde aparcar. Encuentro una primera estación y está llena, no puedo dejar la bici allí. Me alejo un poco más y la siguiente estación también está llena. Al final, encuentro una borneta libre para aparcar a 500 metros de mi destino.

Aparco y vuelvo a correr. Pienso en que el cirujano va a pensar que soy un auténtico impresentable. He llegado cinco minutos tarde. Me imagino al anestesista que no me deja entrar al quirófano porque ya ha comenzado la operación. Entro en la clínica.

No sé dónde está nada, pero llego al quirófano, encuentro yo solo un pijama, me cambio, me pongo papis, gorro y mascarilla. Pregunto por el quirófano de otorrino y voy hacia el a paso ligero por el pasillo quirúrgico. Llego al quirófano y está vacío. No hay nadie allí.

En ese momento, me suena el móvil: es el cirujano.

-Emilio, ¿eres tú? Disculpa, llego un poco tarde, estoy en un atasco.