28 de junio de 2010

Web 2.0 y educación abierta en la Facultad de Medicina de Sevilla


La Medicina tiene tres patas. La primera pata, es en la que pensamos todos al hablar de Medicina: la pata de la asistencia a los ciudadanos, con sus tres grandes ramas: la prevención de la enfermedad, su diagnóstico y tratamiento y la rehabilitación de las secuelas. Sencillo, ¿no? Vale, pero aún quedan otras dos patas.

La segunda pata es la investigación. La investigación ha permitido muchas cosas. Por ejemplo, es la responsable de que hoy en día la tuberculosis se trate con modernos fármacos y no cortando trozos de pulmón. Sí, nadie duda de la importancia la investigación. Sin embargo, la tercera y última pata no ha corrido la misma suerte. Esa pata es la formación: enseñar a los estudiantes lo que uno sabe para aumentar la efectividad del aprendizaje.

Mentes pensantes de todo el país llevan años dándole vueltas a sus cabezas para mejorar la formación. Una tarde de abril de 2010, a Juan Ramón se le ocurrió una idea: ¿y si lleváramos las nuevas tecnologías y la web 2.0 al terreno de la docencia? Acto seguido, se puso a trabajar en el tema y decidió convocar en una reunión informal a los interesados en el tema (es decir, a los mismos cuatro frikies de siempre que nos creemos que pintamos algo en esto de la salud 2.0 en Andalucía Occidental).

Y estuvimos hablando y hablando. También tomamos café y dulces, pero no quedaría bonito decir que las primeras ideas sobre docencia médica 2.0 se expusieron con la boca llena de mazapán. Y cada uno sacó sus propias conclusiones y, como yo estuve allí, también me llevé la mía. A saber:

La aplicación de nuevas tecnologías en la docencia de la Medicina seguramente tenga grandes ventajas docentes pero... ...pero un estudiante de Medicina es tradicionalmente un tipo con poco tiempo. Si tiene que estudiarse una asignatura y después tener que dedicar un tiempo extra al aprendizaje 2.0 de dicha asignatura, le estamos haciendo un flaco favor. Por lo tanto, el uso de wikis, blogs, microblogs, foros, redes sociales y todo ese tipo de páginas debería enfocarse para facilitar la vida del alumno y permitirle aprender más, dedicando menos tiempo. Y yo creo que eso es posible hacerlo de dos maneras:

1. Seminarios a principio de curso sobre todo esto. Algo así como: "Chicos, esto es Twitter; así se abre uno un blog; fijaos en las ventajas de un documento compartido de Google Docs; pensad en las posibilidades de una wiki". Y una vez que los alumnos tuvieran los conocimientos, dejar que los usaran libremente (si creen que los pueden necesitar), como ellos consideraran más oportuno. Ésta es la opción más segura.

2. Seleccionar una asignatura y convertirla al dospuntocerismo. Estimular al alumnado a la opinión y a la reflexión crítica de sus contenidos de forma pública. Evaluar la creación de contenidos del grupo y abandonar el sistema tradicional sustituyéndolo por una especie de "CiberBolonialismo".

En fin, esa conclusión llegué. Bueno, en realidad pensé en algo más: pensé en difundir esta idea por mi blog. Sé que hay estudiantes que de vez en cuando se pasan por aquí. Precisamente hoy me interesa vuestra opinión. Contadme qué os parece todo esto, si sería útil o toda una chorrada, porque vosotros sois los más interesados.

Foto: Mis libros de aquella época.

27 de junio de 2010

Sopa de tomate


-...entonces ahora vas a vivir con una inglesa. En fin, allá tú.
-¿Por qué?
-Bueno, ya sabes. Los ingleses no tienen fama de ser muy limpios.

Odio los estereotipos. Quizá porque soy andaluz y sé lo que es un estereotipo: todo un lastre con el que hay que cargar cuando uno sale fuera de casa. Si fuera madrileño y tuviera que aguantar la fama de chulito pensaría: "Dirán eso de mí porque tengo en mi ciudad muchas cosas de las que presumir". Si fuera catalán y tuviera que aguantar la fama de tacaño pensaría: "Seguramente sea por la envidia de vivir en uno de los lugares de España más desarrollados económicamente".

Ser andaluz y tener que soportar la fama de vago cuando resulta que trabajo 56 horas semanales en promedio y cuando sentarme en mi sofá se ha convertido en un lujo infrecuente me toca los órganos pares, por decirlo finamente.

Volviendo a la inglesa, lo triste del caso es que el comentario acerca de su higiene se me quedó grabado en el subconsciente. Eso es lo malo de los estereotipos y de los chistes racistas, homófobos y de leperos: tú siembra, que algo queda.

El caso es que dos días después de haber mantenido esa conversación, mientras pasaba por la puerta del dormitorio de la pobre chica, percibí un olor inconfundible. De allí dentro venía un intenso olor a sopa de tomate. Con cebollas. Sopa de tomate con cebollas.

Aquel olor se me fue convirtiendo en toda una obsesión y con poca solución: desde luego no podía entrar en su cuarto a buscar restos de comida y no me parecía cortés preguntarle si guardaba verduras debajo de la cama.

Llegó el día en el que la inglesa abandonó mi casa. Ni cinco minutos después de que se hubiera ido, me calcé un par de guantes dispuesto a desinfectar su habitación. Me dio bastante vergüenza comprobar que había sido la huésped más limpia que había tenido: ni siquiera encontré un triste pelo debajo de su cama.

Y seguramente os preguntaréis de dónde venía el olor. Tras un par de días, descubrí un trozo de cebolla, que seguramente a algún vecino de arriba se le habría caído por la ventana de la cocina. El trozo había aterrizado sobre una máquina de aire acondicionado y, con el calor que ésta desprendía, se había ido tostando lentamente.

Foto: Lo que creía que iba a descubrir y que nunca pasó.

23 de junio de 2010

Un mes de junio similar


Lleváis tres años apañándooslas para aparecer durante los últimos días de mayo o los primeros de junio, durante esas tardes templadas que se suelen continuar con noches deliciosas y en las que mi ciudad entera parece ponerse de buen humor.

Las primeras veces que os meto el diente, me quedo con un sabor en la boca duro y ácido, que con el paso del tiempo consigo que se vaya dulcificando. Y cuando llega el periodo de madurez, apenas tres o cuatro semanas después de haber empezado, desaparecéis, sin que nadie me pueda decir por qué ocurrió y dejándome siempre con ganas de más.

Para el que no sepa de lo que estoy hablando, le tengo que decir que me refiero a los albaricoques.

21 de junio de 2010

Vaya a la cárcel


Si usted no es médico, evite salir a tomar una cerveza con un grupo de ellos, al menos si no quiere aburrirse como una ostra.

Hace unos días, un grupo de amigos (todos médicos), salimos a tapear y llevamos con nosotros a un tipo que no tenía nada que ver con el mundo sanitario, al que le amenizamos la velada con un tema de conversación apasionante: Informes de alta.

Tras una hora en la que cada uno de nosotros contó sus más extravagantes experiencias con este conflictivo documento, el tipo que no tenía nada que ver con la Medicina interrumpió la conversación con el siguiente comentario.

-Vaya, yo creía que los médicos érais como House, y que os encantaba realizar diagnósticos difíciles por amor a vuestra ciencia. Pero por lo que os escucho, los médicos os dividís en dos: los que os esforzáis en realizar diagnósticos enrevesados para aumentar una cosa a la que llamáis "índice de calidad" y los que hacéis diagnósticos muy imprecisos, para no pillaros los dedos y evitar ir a la cárcel.

Puede que el tipo no fuera sanitario, pero captó la problemática de la situación al vuelo.

Foto: Los actores de Teatro de Lavadero sobre la casilla "Vaya a la cárcel" del tablero de Monopoly.

18 de junio de 2010

Crónica del Congreso de la Blogosfera Sanitaria (2)


La doctora Jomeini estaba en la puerta del congreso a las ocho y media de la mañana. Nos vimos, nos reconocimos y entonces ocurrió algo raro porque nos dimos cuenta de que Emilienko llevaba comentando las aventuras de la doctora Jomeini durante dos años y que la doctora Jomeini había estado en los momentos felices y tristes de la vida de Emilienko durante el mismo tiempo. Pero aquello no quería decir que Emilio conociera a Ana, ni que Ana conociera a Emilio. Éramos dos extraños. Los modernos dirían que en ese momento nos estábamos desvirtualizando; la desvirtualización fue una sensación compleja.

Más tarde, yo no atendía del todo a lo que hablaban en las mesas del congreso; estaba entretenido en tuitear todo lo que estaba ocurriendo allí a tiempo real. De repente escuché: "...muy buena pregunta, pero en esta sala hay un tipo llamado Emilienko que podría responderte a eso mucho mejor de lo que lo haría yo, ¿por qué no sube y nos cuenta su experiencia?" Me puse blanco. No porque tenga miedo escénico, que está más que olvidado, sino porque cuando me hicieron subir al escenario y estaba en el atril ya era demasiado tarde para preguntar cuál era esa pregunta que debía responder. Así que me puse a contar todo lo de mi proyecto eORL sin saber si era eso de lo que querían que hablara o no.

En mi lista de objetivos para el congreso estaba preguntarle a Vicente Baos si él creía que escribir en un blog de forma libre y sin censuras podía acarrear consecuencias y enemigos no deseados de los que pudiera uno arrepentirse en el futuro. Me encontré a Vicente mientras subíamos unas escaleras y, sinceramente, creía que iba a pasar de mi pregunta para aprovechar el escaso tiempo del congreso hablando con la gente realmente interesante de allí. Me sorprendió gratamente comprobar que Vicente Baos es un tipo muy majo y cercano y que no sólo respondió mi pregunta, sino que la discutimos un buen rato.

El final del congreso, como le dije a Marta Carmona más tarde, me dejó un sabor de boca amargo. El motivo fue una conferencia acerca de la imagen de marca que ofreces en tu blog que, tanto a Marta como a mí, nos dejó pensativos. No sé, quizás esto de escribir en Internet lo que piensas para que lo lea cualquiera no sea el juguete que creía que era cuando comencé a escribir hace tres años. En mi blog, en este blog, ofrezco una imagen de mí. Pero la imagen hay que cuidarla en este mundo de hoy, donde lo es todo. Así, desde el lunes me estoy preguntando ¿qué piensa la gente que me lee, esa gente que me conoce gracias a este portal, pero que yo ni siquiera sé que existe? ¿Creerán que soy un buen tipo o por el contrario opinarán que me porto como un loco, un radical o un ingenuo? ¡Yo quiero seguir escribiendo lo que me da la gana, sin tener que preocuparme por todo esto!

Pero es que da mucho que pensar que estés haciendo pipí en el cuarto de baño de un congreso y que llegue alguien por detrás a quien no has visto jamás y que te pregunte por cómo les va a las extranjeras con las que compartes piso.

Foto: A las ocho de la tarde en las escaleras del congreso, muy pensativo. No quería que aquello acabara; fui el último en irme de allí.

16 de junio de 2010

Crónica del Congreso de la Blogosfera Sanitaria (1)


Es un poco difícil explicar la necesidad de un congreso de dospuntocerismo sanitario a personas que cuando se sientan delante del escritorio de Windows tienen dificultad para abrir Internet Explorer. Yo lo he intentado, pero no sé si se habrán enterado de algo.

-Ah. Entonces, eso estaría lleno de frikies, ¿no?
-Sí, sí, había muchos frikies -contesto yo, bastante satisfecho con el resultado conseguido, pero sin entender muy bien por qué a los blogueros sanitarios nos acaban metiendo en el mismo grupo que a los fans de Star Trek.

Yo llevaba dos días alojándome entre La Latina y Tirso de Molina, esa zona de Madrid en la que, según la famosa canción de Ska-P, suele ser sencillo comprar hachís. Pero no necesitaba drogas para colocarme: me bastaba con un pincho de tortilla en Lavapies, un tercio (que así llaman a la cerveza en Madrid) y un iPhone con Twitter para sumergirme en los comentarios digitales que comenzaban a ebullir por Twitter los días previos al Congreso de la Blogosfera Sanitaria.

Después de tantos años leyéndonos, los blogueros médicos sentimos la necesidad de conocernos, así que quedamos treinta de nosotros en un asador argentino. Yo le hice caso a mi abuela y me puse una camisa limpia para la ocasión, porque ella siempre me dice que ya tengo edad de empezar a gustar y, en definitiva, aquello era una cita a ciegas masiva.

Llegué al restaurante y vi a un grupo de personas en la puerta. En ese momento me dio mucha vergüenza entrar, así que seguí andando hacia delante hasta llegar al estadio del Atlético, como si aquello no fuera conmigo. Pero cuando llegué a la puerta del estadio me paré en seco. Como en "Malena es un nombre de tango" pensé "¡Qué coño!", me di la vuelta, vencí mis miedos y entré tan violentamente en el restaurante que casi le pego dos tortas a Miguel Ángel Máñez, a quien reconocí sin necesidad de que sacara la lengua.

-¿Y tú quién eres? -me preguntó una voz que, en mi excitación, no alcancé a ver de dónde venía.
-Yo me llamo Emilio.
-Ah, Emilienko, entrenador Pokémon -dijo alguien que parecía haberme reconocido- yo soy Rafa Bravo.

Para los que no lo sepáis, Rafa Bravo fue el primer médico bloguero español. En la Universidad, cuando yo aún no sabía ni qué era un blog, mi profesor de Farmacología siempre hablaba de Rafa Bravo: "Rafa Bravo dice, Rafa Bravo piensa".

Yo lo flipaba. Rafa Bravo me conocía. Qué fuerte. Yo intenté aparentar templanza entre tanta gente influyente y no parecer una quinceañera a la que han metido en el camerino de los Back Street Boys. Y poco a poco me fui relajando. La cosa iba bien.

9 de junio de 2010

eORL: Primeros resultados


¡Los enfermos responden!

Bueno, voy a ser justo, no todos responden. En concreto, me han respondido un 65% de ellos. Yo les pedí que, después de haberlos diagnosticado y tratado en mi consulta, se pusieran en contacto conmigo para que me contaran cómo les iba con el tratamiento que les había prescrito, a través de mi correo, de mi Facebook o de mi Twitter. La experiencia me está encantando.

En primer lugar, me ha llamado la atención que muchos de ellos comienzan los correos de la siguiente manera:

Texto imaginario a modo de ejemplo: "Doctor, no sé muy bien lo que le tengo que contar, pero espero que no le importe que le haga una pregunta que se me ocurrió cinco minutos justo después de dejar su consulta (...)".

De esta frase, que está siendo muy frecuente, me llaman la atención tres cosas: (1) que los pacientes te tratan con respeto cuando contactan contigo por la web, (2) que les choca que su médico quiera hacer un "ciberseguimiento" y (3) que cuando a los enfermos salen de la consulta y se les pasan los nervios comienzan a tener dudas que ya es tarde para resolver.

En segundo lugar, tengo que contaros que apenas me supone tiempo leer los mensajes de los pacientes; es más, casi podría decir que se llega a ahorrar tiempo: puedo tomar decisiones terapéuticas con más calma e incluso podría ahorrarme en bastantes una revisión en mi consulta.

Sin embargo, todo esto es sólo el principio. Os seguiré contando próximamente cómo me está yendo el proyecto.

Foto: Mientras enseñaba a Rocío mis pacientes virtuales en el móvil, vino el pajarraco azul de Twitter y se posó en lo alto del columpio.

5 de junio de 2010

Coca-Cola para los oídos


Imaginemos por un momento que quisiera tratar a uno de mis pacientes con gotas para los oídos de Coca-Cola.

Tendría dos opciones. La primera, coger una receta y escribir directamente "Coca-Cola, gotas óticas". Así se ha hecho tradicionalmente en nuestro sistema de salud. Sin embargo, existe una alternativa más inteligente: sabiendo que existe el refresco de cola Hacendado, que es más barato, podría escribir en la misma receta:

"Despáchense gotas óticas con la siguiente composición: 2 litros de agua carbonatada, 2 kilos de azúcar, 30 mililitros de caramelo, 10 mililitros de extracto de cola y una pizca de cafeína".

Esto se llama prescripción por principio activo y ha permitido ahorrar mucho dinero al sistema sanitario.

La cosa se pone más difícil si un día me da por recetar, en vez de Coca-Cola, gotas de Sprite. No existe el Sprite genérico, ni de Hacendado ni de ninguna otra marca. Si escribo en la receta la fórmula de este refresco, necesito mucho tiempo y sé que en la farmacia le van a dar Sprite; no hay ahorro que valga, así pues, ¿por qué no escribir directamente "Sprite" en la receta?

Existen muchas gotas para los oídos a las que les ocurre lo mismo que al Sprite: son fórmulas complejas, suspensiones con varios principios activos, que no existen todavía en su forma genérica y cuya prescripción requiere un tiempo inútil. Hemos caído en la trampa de confundir la prescripción de genéricos en todos los medicamentos en los que sea posible con la prescripción por principio activo de todos los medicamentos.

2 de junio de 2010

El cuento del copago


Érase una vez un lejano país gobernado por un dadivoso rey. El rey, comprometido con la salud de sus ciudadanos, se propuso crear un sistema sanitario lo suficientemente grande para que fuera la envidia de los países vecinos. Completamente gratis.

-Cualquier problema de salud será diagnosticado precozmente -sentenció una mañana en su parlamento- y todo el mundo tendrá derecho al mejor tratamiento, sin importar lo que cueste.

El ministro de Sanidad, preocupado por cómo llevar a cabo un proyecto tan difícil, pasó varias semanas dando vueltas en la cama y sin poder pegar ojo. Finalmente, un jueves a mediodía, salió de su dormitorio y pidió que lo llevaran junto al rey, que se encontraba tomando el té de las cinco.

-Su majestad -interrumpió al monarca, que sorbía su Earl Grey con la educación propia de su condición. Sólo se me ocurre una solución para poder cumplir su promesa. Hagamos que los habitantes acudan al médico por cualquier problema de salud que tengan, por nimio que resulte. Da igual que éste sea un golpe de tos o dolor en una uña. De este modo, cualquier enfermedad se detectará muy rápido y en una fase inicial, por lo que el tratamiento será más barato.

El iluso rey se emocionó tanto, que se le cayó en el té su pasta de mantequilla y ni siquiera se molestó en rescatarla. Por fin se vio capaz de cumplir su sueño y su país pudo gozar de inimaginables prestaciones sanitarias para todos: lo más novedoso en técnicas diagnósticas y lo más puntero en tratamiento.

Sin embargo, una fría mañana de diciembre, el ministro de Economía consultó preocupado al rey. Las cuentas no salían. Entonces, el rey propuso una solución: quiso que los ciudadanos aportaran una cantidad insignificante de dinero cada vez que necesitaran atención sanitaria. Después de todo lo que el país les había dado, los habitantes no podrían negarse a una medida como ésta.

Lamentablemente, éste es un cuento que no tiene final; o al menos, el final no lo conocemos todavía. Algunos piensan que el rey fue un inconsciente; otros, que la población fue una desagradecida.