17 de julio de 2011

Diez mentiras otorrinolaringológicas (2)


Viene de la primera parte.

Lo malo de las mentiras es que siempre hay inocentes que salen culpables y en nuestro caso son las vértebras cervicales. Tan bien diseñadas ellas, no tienen la culpa de que la idea de que existe el vértigo cervical se halle enquistada en el conocimiento de tantos médicos. Y es que la existencia del familiar "vértigo de las cervicales" es muy dudosa y, si éste llega a existir, debe ser mucho menos frecuente de lo que lo solemos diagnosticar. Pero entonces, ¿por qué tantas personas a partir de la mitad de la vida se marean al girar el cuello? -nos preguntamos mientras que los hados se ríen de nuestro desconocimiento.

Claro que la culpa del desconocimiento es mucho menor que la culpa cuando hay conocimiento porque, si sabemos que los bastoncillos de oídos no sirven para limpiarse los oídos, ¿por qué los llamamos bastoncillos de oídos y no simplemente bastoncillos sin más? ¿Para aumentar la confusión y para que miles de mortales los usen para impactarse su cerumen en lo más profundo de su conducto auditivo en una conducta adictiva más próxima al onanismo que a la higiene? Misterio...

Fijaos que incluso hay mentiras de siglos de antigüedad, que ya le valía a San Blas, el otorrino del siglo III, haber obrado otro milagro que haber sacado una espina de pescado de la garganta de un niño que se asfixiaba, dejándonos durante mil ochocientos años a miles de otorrinos la responsabilidad de sacar espinas a los comensales que tragaron el pescado sin haberlo masticado lo suficiente, cuando la mayor parte de éstas no se llegarán a encontrar jamás. En serio, las series más optimistas no llegan a un 30% de espinas encontradas, y a mí ese valor me parece incluso elevado; así que si su otorrino no le ha encontrado la espina que se siente en la garganta, no se sienta frustrado, siéntase mayoría.

Tampoco su otorrino es negligente si le ha dicho que su tímpano estaba perforado y le ha puesto un tratamiento con gotas para los oídos. Y sí, ya sabemos que en el prospecto de las gotas dice que no se las eche si su tímpano está perforado, Que no, que no queremos que su oído sufra, pero es que muchas veces no hay más remedio que usar gotas para tratar algunas infecciones. Aunque la gota lleve gentamicina, ese antibiótico que nadie tiene muy claro para qué sirve pero del que todo el mundo conoce que produce sordera. Los manuales insisten en que la técnica es segura, porque la gota supuestamente perjudicial no se meterá perforación hacia dentro. Eso dicen los manuales y yo, en mi corta experiencia, les creo.

Y para terminar con esta serie de mentiras otorrinolaringológicas, hablaremos de Edvard Munch, el pintor noruego, o más concretamente de su obra, "El grito". Bien, ninguna referencia dice que el extraño protagonista se tape los oídos porque padezca de acúfenos, los temibles pitidos de oídos. Se ha hablado mucho de qué significa el cuadro, diciendo la mayoría de las teorías que es un símbolo de la desesperación. Y es una gran verdad que los acúfenos pueden llegar a desesperar a quien los padece, pero las fuentes que aseguran que el pintor padecía de esta dolencia son bastante discutibles.

Foto: "El grito" de Edvard Munch.

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Rosa Taberner dijo...

Me ha encantado, como siempre. ¿habrá tercera parte?

angela dijo...

no sé porqué pero he leído este post al revés: empezando por el último párrafo y acabando por el primero :)

Fer dijo...

Magistral :)