Las primeras prácticas que hice de estudiante fueron las de Ginecología.
Aún recuerdo lo impactante que me resultaban aquellas consultas: mujeres que, tras unas preguntas, eran invitadas a desnudarse de cintura para abajo para sentarse en el potro de exploración, con las piernas separadas y sin poder apoyar el trasero, exponiendo su genitalidad a varios desconocidos y recibiendo en esta posición desagradables exploraciones que se continuaban con peores diagnósticos: "parece que alguien te ha contagiado algo", "creemos que tu feto no está todo lo bien que debería", "tienes una lesión ahí de la que te vamos a tomar una biopsia".
En aquel equipo de ginecólogos, había excelentes profesionales que ayudaban a que este difícil trago fuera más llevadero. Sin embargo, todo aquello me resultaba tan impresionante, que a menudo les contaba a mis compañeros de cursos inferiores lo mal que lo pasaban las pacientes allí. Un día, una amiga me dijo:
-Para mí, el ginecólogo es una experiencia tan horrible que nunca voy al de la Seguridad Social. Visito a uno privado, donde el trato es diferente. Estoy sola en la sala de espera, que no tiene sillas de plástico, sino cómodos sillones. La auxiliar siempre me sonríe, se sabe mi nombre de pila y me ofrece un café.
De lo que no se daba cuenta mi amiga era de que el acto médico que le ofrecía su ginecólogo privado consistía en casi lo mismo que el acto de la Seguridad Social. Su ginecólogo le invitaba a café, sí, pero en su visita seguían existiendo el potro, el pico de pato y las malas noticias.
La moraleja de esta historia es que la sala de espera del médico es un lugar muy importante, al que los médicos apenas le prestamos atención, y que influye mucho sobre la experiencia del usuario de los servicios de salud. Estoy interesado en mejorar las vivencias de mis pacientes, pero creo que el secreto del éxito no se esconde en ofrecer café gratis en las salas de espera ni tampoco en instalar mullidos sillones. En llamar a los pacientes por su nombre propio, quizás sí. Y también en reflexionar un poco acerca de cómo tratamos a los pacientes en este lugar, en el que no solemos pensar.
Os dejo con tres preguntas para que os planteéis si os apetece:
1º ¿Por qué dejamos que coincidan en la sala de espera varios pacientes con cáncer? Si uno de ellos está muy deteriorado, ¿qué piensa en ese momento el que aún continúa bien e incluso con posibilidades de curación? ¿Tendrá ese hombre la misma enfermedad que yo? ¿Acabaré yo como él?
2º Si sabemos que un niño que grita y llora en la consulta contagiará de su miedo a otros niños que lo escuchen desde la sala de espera, ¿por qué situamos las salas de espera tan cercanas a las consultas? ¿Por qué dejamos que a tan temprana edad asocien la consulta del médico al dolor y a la enfermedad?
3º ¿Por qué a estas alturas aún nos extraña que recibamos a algunos pacientes de Urgencias muy agresivos, cuando los hemos puesto a esperar en una sala llena de personas ansiosas y con dolor e incluso algunos muy cercanos a la muerte?
Foto: El café de esta mañana de domingo.
22 de agosto de 2010
¿Te apetece un café? Tres preguntas sobre tu sala de espera
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¡Excelente post Emilio! y esos churros, ñam
Todo se reduce a... Economizar y ahorrar >_<
No te olvides de que eres medico, es decir un técnico asalariado. Eso significa que tu no decides si las sillas de la sala de espera son de plástico ni decides los criterios para contratar a los auxiliares que reciben a los pacientes. En resumen, como asalariado no controlas los medios de producción y estas condenado a la alienación laboral (eres un obrero con estudios, pero un obrero). Si piensas demasiado en este tipo de cosas serás candidato al burnout prematuro... Avisado quedas!!!
Algunos medicos piensan como tu, a otros les das a elegir entre mejorar la sala de espera o comprar el ultimisimo aparatejo, y lo tienen claro. A veces con todo no se puede, y a la hora de elegir, desgraciadamente el egoismo sigue ganando en muchos sitios.
Yo me quedo con el cafe!
Dentro de la sanidad pública es difícil controlar estos aspectos. En mi centro, las sillas de plástico duro color butano chillón anteriores eran más cómodas (rectas) que las actuales metálicas que echan la espalda hacia atrás y a los ancianos les cuesta incorporarse. Aunque nos demos cuenta de esos detalles y otros de carácter más emocional, no podemos cambiarlo.
Excelente reflexión, Emilio.
Interesante post hay gente para todo y creo que el trato es primordial asi como la higiene .
Si un café con churros te hace pensar así , ¡ qué no harás con una buena paella!
Yo procuro y así se lo hago saber a mis pacientes con cáncer, que no esperen cuando llegan a la sala de espera. De esa forma les evito el exponerse a las preguntas incómodas de mucha gente , cuando ellos no quieren. Sé cuando van a venir y ellos saben que cuando lleguen sólo tienen que esperar a que salga el paciente que está dentro.
REspecto al resto de lo que comentas, lamentablemente,las sillas no las elijo yo ni puedo elegir que los tabiques sean de calidad para evitar que el llanto de un niño contagie a otros. Así que procuro que se lo pasen lo mejor posible, y salgan con una sonrisa. Un saludo balsámico
Tienes toda la razon. Soy pediatra y en mi sala de espera hemos puesto mobiliario infantil y unos pocos juguetes; sólo con esto los padres me cuentan que los niños vienen a la consulta mucho mas contentos que antes y LLORAN menos.
pasar horas en una sala de espera de urgencias duele: las sillas son escasas e incomodas, hace frio, cuando se piden sabanas para tapar al enfermo, camillas o sillas de ruedas es altamente probable que no queden, ETc.
acondicionar bien una sala de espera puede mejorar esa visión de la que hablas.
te lo digo con conocimiento de causa: lo maximo que yo he estado en una sala de espera de urgencias (de tu hospital precisamente) han sido 15 horas, esperando a que atendiesen a mi madre. ella se tuvo que quedar fuera del hospital: porque sin defensas no era muy aconsejable meterse en un sitio con tantos enfermitos.
aun asi, yo entendí todo ese tiempo de espera; aun asi hubiera preferido que mi madre tuviera una camilla, o un silón, o una sala bien habilitada para su caso.
Hace unos días escuché a Tomás Gómez ("precandidato" del PSOE a la presidencia de la Comunidad de Madrid) en la televisión. Entre algunas de las ideas que enunciaba, desarrolló una sobre la Sanidad y las Urgencias. Dijo que él quiere que la asistencia sanitaria en Madrid sea tan buena que la persona con más poder adquisitivo de la Comunidad lo tuviera claro, que su preferencia fueran los servicios de salud públicos. Lamentablemente ni él dijo cómo ni los periodistas preguntaron por el plan.
Mi corta experiencia en Urgencias ha sido sin embargo dilatada ya, como os habrá pasado a vosotros, en multitud de vivencias, algunas de ellas relacionadas con el tiempo que trascurre entre que un paciente es evaluado por primera vez y reevaluado e informado después. En realidad realizamos mucho trabajo que los pacientes ni los familiares ven: pautamos tratamiento, vemos resultados de pruebas, llamamos a especialistas, vemos a otros pacientes... Sin embargo durante la mayor parte de este tiempo el paciente está solo, llega el cambio de turno y pasamos los pacientes, uno tras otro. "Éste es sólo para observar y ver", decimos muchas veces. Al tiempo llegan nuevos pacientes que hay que evaluar y orientar y el tiempo para hablar por segunda o tercera vez con tus pacientes se acaba esfumando.
La soledad durante el acto médico. Parece un contrasentido pero a mi juicio es la mayor iatrogenia que hacemos a nuestros pacientes y al sistema en el que trabajamos.
Hace falta una buena organización. No creo que sea tanto un problema de dinero como de "buenhacer"...
Un saludo, Emilienko.