Al final de las largas tardes de invierno en las que no salgo de casa, me suele doler un poco la cabeza. Me ocurre desde niño y nunca le he dado la menor importancia porque el remedio es fácil: con salir de casa durante un rato se me pasa.
Diferente sería mi dolor de cabeza si le pusiera un nombre; por ejemplo, si le llamara "cefalea episódica vespertina por hacinamiento (CEVH)"; o mejor aún, "cefalea de Emilienko". Nominar mi padecimiento lo convertiría inmediatamente en una enfermedad. Parecería como si, de la noche a la mañana, ese dolor de cabeza que me obliga salir a estirar un poco las piernas se hubiera transformado en la respuesta que dar a mi médico cuando me preguntara mis antecedentes.
-Yo padezco de CEVH.
Lo gracioso del tema es que la cefalea de Emilienko no es algo que posea rango suficiente como para llamarlo enfermedad.
Si transpongo el mismo razonamiento a mi propia especialidad, un ancianito al que se le descubre por casualidad una perforación timpánica que no le da ninguna molestia, ¿tiene en realidad una "otitis media crónica simple en fase inactiva"? Un roncador que consulta por otro motivo y a quien se le descubre una desviación del tabique nasal en una exploración rutinaria, ¿padece una "roncopatía en contexto de insuficiencia respiratoria nasal por dismorfia septal"? Una chica joven que cada sábado por la mañana se despierta ronca tras una larga noche de discotecas, alcohol y tabaco, ¿es un caso de "disfonía vocal episódica por sobreesfuerzo"?
Últimamente, me gusta separar mi diagnósticos en dos tipos: enfermedades amenazantes por un lado y cuadros disfuncionales por el otro.
Entiendo por enfermedades amenazantes aquellas que progresan y que al hacerlo ponen en peligro la vida o que agravan cada vez más una sintomatología y por tanto precisan tratamiento: un colesteatoma, un mucocele sinusal o un cáncer de laringe son buenos ejemplos. Los cuadros disfuncionales, por el contrario, no merecen ser siempre llamados enfermedad y no siempre han de ser tratados.
Cada uno nacemos con un cuerpo lleno de taras. Yo desde la infancia tengo los dolores de cabeza antes comentados (las cefaleas de Emilienko) y además, soy miope. El dolor de cabeza no es, para mí, personalmente, una enfermedad. Sin embargo, la miopía sí; porque necesito que me la traten para poder hacer una vida diaria funcional. Sin embargo, si pasara todo el día en casa por cualquier motivo, la miopía me daría igual y la cefalea comenzaría a resultarme más discapacitante.
Por tanto, los cuadros disfuncionales deben ser llamados enfermedad en función de la persona que los padece y por eso procuro ser cauto a la hora de ponerles nombre y apellidos y así no crear falsos pacientes con miedo a enfermedades que no existen.
Foto: Con Rut Roncal en Valencia, miedo a las cosas inexistentes.
2 de octubre de 2011
La cefalea de Emilienko
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Queridísimo Emilienko;
Disiento. Mis migrañaa - ya decía yo desde el principio que teníamos mucho en común - son porculizantes e invalidantes. Me han llevado a ser un ser raro, polimedicado y dependiente, parcialmente invalidado y que detecta antes que nadie si hace levante o poniente. No me matarán, pero llegaron a hacerme desear la muerte en su momento. Gracias a Dios y al topiramato, sobrevivo. No, no desprecies la micropatología. Es como un forúnculo en el margen anal. No mata, pero mata la alegría de vivir.
Tu amigo virtual F. Relimpio.
http://tontosantajusta.blogspot.com/
Ay amigo, hay gente que le gusta poner nombre complicado a las cosas más simples, porque así ellos también se sienten más importantes... me gusta mucho la forma de separar tus diagnosticos.
Y la foto, que grandes recuerdos, uno de los muchos momentos mágicos que vivimos en #valencia2011, jajaja...
En mi tierra, que se parece mucho a la tuya a la CEVH se le llama rabo de lagartija.
Me alegra tu reflexión Emilio.
Ayer fue un tema que tratamos en saip 2011.
Poner nombre a las cosas es esencial. Tristeza no es siempre depresión. Cefalea no es siempre enfermedad.
Los médicos trabajamos con síntomas y enfermedades. Necesitamos etiquetar para disminuir nuestra ansiedad profesional y la del paciente.
Pero siempre habra muchos síntomas inexplicables o inetitecables.
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16135395
http://doctorcasado.blogspot.com/2011/10/hay-partido-si-tenemos-equipo-reflexion.html
Con respecto al tema que tratas hoy, estoy de acuerdo contigo. A veces no hace falta etiquetarlo todo, y menos como una enfermedad. Y para ejemplo, un botón: Antes de ayer trasladamos a un paciente al Hospital desde un Centro de Salud y en la hoja de AP, en el apartado de Procesos Clínicos Abiertos (o sea, antecedentes personales de toda la vida) el paciente contaba, entre una larga lista, con pérdida de cabello/ calvicie como proceso clínico abierto.
Un poco exagerado, no?
Saludos
Yo tambien padezco ocasionalmente las "cefaleas de Emilienko", lo peor es cuando me daban de guardia en el Hospital y no podia darme una vuelta por el parque maria luisa (la mejor terapia). Totalmente de acuerdo en la distincion entre cuadros disfuncionales y enfermedades. La vida no es siempre de color de rosa y todo lo que nos pase no debe considerarse una patologia.
Otra versión sería hay enfermedades o enfermos?
La cefalea de Emilienko yo la tenía. Ahora no llego: hay que salir antes de casa si no quieres cefalea por niñas alborotadas
Ya se sabe, a enfermedad inventada, medicamento con la indicación a punto! ;-)
Entonces, si tengo hoy una disfonia vocal episódica, no causada seguro por tabaco pero solo un poquito por alcohol (en verdad creo que esto me pasa por hablar tanto y por encima del ruido ambiental), es que soy una chica joven?!??
Nuestro espíritu siempre es joven, querida.
Por cierto, buen croma......
Tu entrada de hoy me ha encantando. Muy cierta. Cada vez me gusta más leerte.
Pero qué políticamente correcto eres, no puedo con tanto!!
De verdad emilio, cada día me sorprendes más...el otro día te echamos de menos. Estuve recordando con Carmen el día del duro en el patio de mis abuelos :)