31 de diciembre de 2010

Las ventajas de compartir


Esta mañana me he levantado y, en la propia cama, con un par de golpes de dedo, me he enterado de que Manyez se ha comprado un iPad, de que la gestación gemelar de Gerineldo va bien y de que Vientoblanko ha publicado el vídeo del año.

Quizás estas noticias puedan sonar superficiales, pero lo cierto es que están ahí, a pocos clics de distancia de cualquier habitante del mundo. Si bien el hecho de que yo las consulte sólo tiene el objetivo de satisfacer mi sana curiosidad, la sóla existencia de esta información puede despertar intenciones más oscuras: por ejemplo, si mi presencia en redes sociales respodiera exclusivamente a la intencion de vender carcasas protectoras de iPad, pañales o trípodes podría enfocar mi campaña sobre clientes potenciales como Manyez, Gerineldo o Vientoblanko respectivamente.

Motivos como éste son los que hacen que muchas personas se muestren aún recelosas respecto a las redes sociales. Ellos no saben que el hecho de compartir información que normalmente clasificamos como privada tiene muchas más ventajas que inconvenientes; al menos, hoy en día.

Muchas personas, tras leer este blog, me preguntan si no creo que comparto demasiada información personal a través de él, perdiendo toda mi intimidad. Mismamente, hace un par de semanas, un cirujano maxilofacial me preguntó si conocía a ese aficionado a los Pokémon que había en mi servicio.

-Creo que soy yo -le respondí.

Por supuesto que no comparto toda mi intimidad, tan sólo una mínima parte, precisamente la que a mí me interesa compartir. Quien no comparte no sabe lo enriquecedor que puede llegar a ser ver comentados tus pensamientos, tus sentimientos, tus vivencias, tus opiniones. Y lo increíble que es despertarse un 31 de diciembre y poder leer, con otro par de golpes de dedo, lo que has vertido en internet durante todo el año 2010 y las reacciones que ha generado. Ver que no ha sido un año muerto.

1. Ver que uno ha evolucionado en el trabajo y ya no es el que quita amígdalas con dificultad, sino que opera tabiques nasales, ha comenzado a fresar oídos y coser cuellos y que hay ahí otros otorrinos para ayudarlo.

2. Ver que, de un día para otro, uno se independiza del hogar y tiene que aprender a cocinar, lavar y planchar y que recibe decenas de consejos.

3. Ver que, un conocido joven se muere y que uno tiene que aprender a superar el miedo a la muerte de otra manera cuando casi diariamente se enfrenta a ella gracias a muchas palmadas en la espalda.

4. Ver que, de repente, ese artículo que llevaba años dando vueltas coge forma, se envía, se acepta y aparece indexado en PubMed.

5. Ver cómo a principios de año la Blogosfera Sanitaria apenas tenía conciencia de sí misma y en doce meses ha realizado su primer congreso, luchado por un Manifiesto, opinado sobre la nueva Ministra, y cómo su camino comienza a ser cuestionado.

6. Ver todas las críticas que he escrito respecto a diferentes aspectos del Sistema Sanitario público y que en ningún momento han sido publicadas como destructivas, sino con el objetivo de señalar las áreas suceptibles de mejoras en las que quiero tomar parte activa. Y cómo dichas críticas han sido asimiladas como constructivas por las personas responsables de su modificación: periodistas, farmacéuticos, asociaciones de pacientes, profesores, companías farmacéuticas, gestores, directores médicos, tutores MIR,...

7. Ver cómo, después de tantos años, esos entrenadores Pokémon seguimos ahí e incluso cómo otros nuevos se nos suman a nuestro camino en esta extraña pelea de gallos estratégica que son los combates.

8. Ver cómo todavía merece la pena enamorarse aunque las cosas no prosperen.

9. Ver cómo gracias a Twitter puede aparecer el documento clave que te permite poner el punto y final a tu tesina y, como gracias a Twitter también, puede nacer la idea para una tesis doctoral.

10. Ver el final de Perdidos y sentirse un tonto al darse cuenta de que, como en cualquier otro aspecto de la vida, lo importante no era el final, sino el durante.

11. Ver cómo se han doblado las visitas a este blog, con la responsabilidad que eso conlleva y el vértigo que da.

12. Ver cómo, inevitablemente, será necesario continuar este experimento un año más.

Un abrazo a todos. Espero que el 2010 haya sido tan intenso para vosotros como para mí.

27 de diciembre de 2010

El precio de la vida media


Imagina que estás desarrollando un nuevo medicamento para una enfermedad que ya tiene tratamiento efectivo.

-¿Qué sentido tendría hacer eso? -podrías preguntarte en un primer momento.
-Mucho -te respondería.

Quizás entonces defenderías el sentido del desarrollo de tu fármaco argumentando que posiblemente fuera superior en algunos aspectos a los medicamentos ya existentes. Eso se estudia gracias a lo que se conoce como ensayos de superioridad.

Pero, hoy en día, también se realizan otro tipo de ensayos, llamados de no-inferioridad, que no pretenderían demostrar que tu fármaco es superior a los que ya existen sino, simplemente, que no es peor.

-¿Y entonces mi nuevo fármaco tendría cabida en el mercado?
-Sí, seguramente. Sólo tienes que demostrar que es significativamente menos tóxico, que posee menos interacciones o que ofrece ventajas en su vida media.

Precisamente este último aspecto, la vida media, es del que hoy os quiero hablar. No quiero entrar en farragosos aspectos farmacocinéticos; os explicaré de forma muy simplificada que la vida media es una forma de medir el tiempo que el fármaco está presente en nuestro organismo: a mayor vida media, más tiempo estará.

Aunque existen excepciones, se puede inferir de la explicación anterior que cuanto mayor sea la vida media de un fármaco, menos veces hará falta tomarlo. Por eso, hay medicinas que se toman tres veces al día; otras, sólo una y algunas inyecciones duran meses.

Los sanitarios conocemos decenas de ejemplos de medicamentos nuevos que no aportan ventajas respecto a sus antecesores a excepción de una mayor vida media y, por tanto, un menor número de tomas diarias. Con frecuencia estos medicamentos, al ser nuevos, son más caros; pero, al aplicarse menos veces, suponen una mayor comodidad al enfermo y, teóricamente, mejora el cumplimiento del tratamiento.

A menudo me pregunto si este gasto en nuevos fármacos está justificado dentro de la Seguridad Social. Nuestro sistema sanitario debe procurar mantener unas cifras tensionales adecuadas; unas glucemias a raya; una infección controlada. Eso ya lo conseguiría mediante los medicamentos antiguos, los de vida media corta. ¿Hasta que punto se deben subvencionar los medicamentos modernos, igual de efectivos, más cómodos pero más caros?

24 de diciembre de 2010

Soraya


-¿Hola? -dije mientras me acercaba por primera vez al monstruo del que tantas de sus víctimas me habían hablado.
-¡Hola! -respondió una agradable chica con una simpática voz- Soy Soraya. Por favor, identifícate.
-Hola Soraya, yo soy Emilio.
-Emilio, ¿qué? Por favor, identifícate con tu nombre de usuario y contraseña.
-Está bien, ahora mismo lo hago. Es sólo un momento... ...¡listo!
-Hola Emilio. Mi nombre es Soraya y estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites.
-Encantado, Soraya.
-Te voy a encantar. Tú misión es sencilla. Sólo tienes que tocarme aquí, luego aquí, luego aquí, luego aquí, luego aquí, luego aquí y luego aquí.
-No sé si me he enterado. A ver, primero aquí, luego aquí, luego... ¿aquí? No... ¿Soraya? ¿Te encuentras bien? ¿Te has caído?
-Jajaja... ¡Soraya no se cae nunca, pobre mortal! En todo caso, tu inteligencia no habrá estado a mi altura.
-Perdona, Soraya, es verdad, ha sido culpa mía. No sé cómo he osado a decir que te habías caído. Pero, ¿es eso que tienes un esguince?
-¿Cómo un esguince?
-Un esguince... ya sabes... un "estiramiento" excesivo de un ligamento...
-No sé lo que es un esguince.
-Seguro que sabes qué es un esguince...
-¿Lo has subrayado?
-¿Perdón?
-¿Lo has subrayado?
-¿Subrayar el qué?
-Eso del esguince. ¿Lo has subrayado?
-Es verdad, ahora recuerdo. No es lo mismo tener un esguince que tener un esguince.
-¡Subráyalo! ¡Ahora! ¡Subráyalo o te perseguiré hasta la muerte! ¡Subraya el esguince! ¡Subráyalo! -gritó Soraya convirtiéndose en un monstruo blanco que me perseguía por el mes de diciembre.

Decidme que ha sido mentira. Decidme que no he soñado con el sistema de historia clínica electrónica.

Foto: Colección de invierno, por cortesía de Simón Arrebola.

20 de diciembre de 2010

Mañana se censura Internet


Con mucha probabilidad, mañana a esta hora estará aprobada la ley Sinde, que permitirá al gobierno español, entre otras cosas, cerrar páginas web con autorización judicial.

El autor de este blog se manifiesta públicamente a favor del manifiesto en defensa los derechos fundamentales en Internet y, como la misma opinión de muchos internautas ya ha sido expresada por voces más potentes que la suya propia, sólo le queda escribir el texto que desde sus balbuceos digitales le ha acompañado en los perfiles de foros y redes sociales:

"El libre acceso a la información representa nuestra única salvaguardia contra la tiranía.

Los pueblos oprimidos cuyos líderes pierden el control sobre el flujo de la información derrocarán a sus gobernantes gracias a la libertad de expresión. Por el contrario, aquellas naciones que presumen de ser libres, pero cuyos dirigentes censuran progresivamente la obtención de información a sus ciudadanos, resbalan por una empinada pendiente que termina en el despotismo.

Por eso, cuídate bien de aquel que te impide el acceso a la información porque, en el fondo de su corazón, sólo desea ser tu amo."

18 de diciembre de 2010

La historia de la RAM


Mi padrino sacó dos placas del bolsillo y las dejó en el escritorio de mi padre. Yo no llegaba al escritorio y pedí que me las enseñara.

-Pero no las toques, que son muy delicadas. ¿Las ves?
-¿Qué son?
-Cada una de ellas tiene un mega de RAM. Tu ordenador ya tiene dos megas. A partir de ahora tendrá cuatro megas.

Entre mi padre y mi padrino cogieron el ordenador, desmontaron la carcasa y, en unas ranuras escondidas entre los cables planos de conexión de discos, introdujeron las placas. El ordenador se volvió a encender y, en la mitad del tiempo que normalmente necesitaba para el arranque, apareció el característico símbolo que indicaba que estaba preparado para recibir órdenes.

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Siempre hace frío en diciembre cuando acaban los quirófanos de la tarde y entré en la tienda de informática del barrio encogido en mi viejo abrigo de pana marrón.

-Lo que me pides es esto, pero no las toques, que son muy delicadas.
-¿Son compatibles las de la marca Kingston con un ordenador Mac?
-Sí. Cada una de ellas tiene dos gigas de RAM. Tu ordenador ya tiene dos gigas. A partir de ahora tendrá cuatro gigas.

Yo solo cogí el ordenador, lo apoyé en el suelo y desatornillé la lengüeta estratégicamente escondida en la base de la pantalla y planificada para una posible ampliación de memoria. El ordenador se volvió a encender y, tras esperar el escaso tiempo que normalmente necesita para arrancar, fue capaz de ejecutar el doble de programas a la vez.

No será dentro de mucho tiempo cuando mi nuevo ordenador me informe de que he recibido un paquete en el buzón y leeré las instrucciones del paquete:

"No toque las placas de RAM, pues son muy delicadas. (...) Cada una de ellas tiene dos teras de RAM, su ordenador ya tiene dos teras. A partir de ahora tendrá cuatro teras."

13 de diciembre de 2010

Ejemplo de grados de libertad


Una madre frió una docena de huevos para la cena de sus seis hijos y se propuso firmemente que no le sobrara ninguno.

-Yo quiero dos huevos -dijo el primer hijo.
-Yo no quiero ninguno -dijo el segundo.
-Nosotros queremos tres cada uno -dijeron los hijos tercero y cuarto.
-Yo tomaré sólo uno- acabó el quinto.

Cuando la madre hubo servido los huevos a sus primeros cinco hijos, le dijo al sexto:

-Tú tienes que tomarte tres, porque no quiero que sobre ninguno.

Éste es un sencillo ejemplo para entender lo que en Estadística se conoce como grados de libertad. Sabemos que en total los seis niños tomarán doce huevos. Hay seis niños (o variables) que pueden elegir tomar el número de huevos que deseen pero, como sabemos que la suma total de huevos será doce, el sexto hijo no podrá elegir el número de huevos que quiere cenar; así pues, éste es un modelo con cinco grados de libertad.

Si complicamos un poco el problema y decimos que hay tres niños y tres niñas y que la madre se empeña en que sigan cenando un total de doce huevos pero que la suma de huevos de los niños sea seis y de las niñas sea seis también, podemos deducir lógicamente que el modelo tendrá en este supuesto sólo cuatro grados de libertad.

En resumen y en términos vulgares, los grados de libertad es el número de hijos que pueden elegir libremente existiendo un total fijo.

Podemos llevar el problema al terreno sanitario y hablar de organización de servicios. Si en un servicio determinado hay dos consultas médicas y hay dos médicos contratados, será un servicio con cero grados de libertad. Si siguiera habiendo dos consultas pero el número de médicos contratados fuera tres, el servicio contaría con un grado de libertad: quedaría un médico libre que podría dedicarse a la investigación, a la docencia, a la gestión o a actividades tan decentes como tomarse un saliente de guardia.

Desafortunadamente, en la práctica diaria, el problema es más complejo porque no se trata sólo de pasar consultas, sino de atender quirófanos, llevar un busca, pasar la planta, responder interconsultas y muchas otras tareas variadas. Es deseable que todo servicio cuente con grados de libertad; es decir, con médicos de repuesto para dotar a su organización de cierta flexibilidad.

No todas las tareas son tan excluyentes como una consulta; algunas de ellas son solapables. Así, el profesional que se encarga de pasar una planta con pocos pacientes sencillos puede asumir un busca no muy solicitado y el que tenga un quirófano corto puede dedicar parte de su tiempo a la docencia, por ejemplo.

Por tanto, es difícil estimar con exactitud cuantos médicos necesita un servicio, aunque es fácil hacerse una idea aproximada. Sea como sea, el que se encargue de realizar esta aproximación debe tener en cuenta que tiene que haber siempre algún médico libre para resolver imprevistos. Dicho en términos estadísticos, el número de grados de libertad de un servicio médico debe ser distinto de cero.

Foto: Reventón de una tubería en el parque de María Luisa. Espero que no por una escasez de grados de libertad la tubería haya dicho basta.

9 de diciembre de 2010

Los rectos caminos del norte


Capítulo 2x03

Ir al norte. Caminar hacia el norte. Avanzar hacia el norte, como si el resto de puntos cardinales, sur, este y oeste fueran necesariamente peores.

Ésa era la filosofía con la que Vientoblanco y yo afrontábamos nuestra vida y, paralelamente, nuestro viaje por las tierras de Hoenn. Por eso, tras haber llegado a Ciudad Portual, nos dirigimos hacia las tierras frías del norte, como burros con viseras, sin dejarnos distraer por los estímulos de los laterales.

Tras un viaje tan largo que su duración sería difícil de precisar, Vientoblanco se encontró cerca de la orilla de un río a un entrenador de dragones que dijo llamarse Hivaj. Como todos los afortunados descubrimientos de la vida, más que un encuentro fue un brusco topetazo.

Hivaj llevaba entrenando Pokémon de tipo dragón desde hacía años. Estas especies de Pokémon son muy especiales, dado que son especialmente resistentes ante cualquier adversidad a excepción del frío y de los ataques de otros dragones.

En aquel momenoto, en su búsqueda de dragones fuertes por aquellas tierras frías, Hivaj había pescado un pez de aspecto bobalicón. Cualquier entrenador aprende pronto que ese pez se llama Magikarp, y que es uno de los Pokémon más débiles de los más de 600 descritos. Entonces, Hivaj propuso a Vientoblanco un reto: entrenar a aquel Magikarp hasta hacer de él un dragón poderoso.

Y yo me alegré por ellos y su desafío y los dejé allí, siguiendo mi camino sin rumbo, más o menos hacia el norte.

7 de diciembre de 2010

Pinchazos en personal sanitario


Mis amigos se sorprenden cuando les cuento que los sanitarios nos pinchamos con relativa frecuencia.

No es algo muy común, pero en ocasiones, a pesar de todas las precauciones que se toman, uno se pincha con una aguja contaminada con la sangre de otro paciente. Afortunadamente, el riesgo es bajo, entre otras cosas porque cuando la aguja traspasa el látex de tu guante, se limpia por la tensión que el plástico ejerce sobre ella.

Si te pinchas, quítate rápidamente el guante y exprímete el lugar del pinchazo intentando que salga sangre tuya por él. Después, lávate la zona afectada y comunícalo al responsable de pinchazos de tu centro sanitario.

Los contagios son raros porque, habitualmente, el paciente está sano. Incluso cuando el paciente tiene alguna enfermedad, contagiársela es poco probable. Esas enfermedades que se pueden transmitir son las hepatitis B y C y el VIH.

Yo me he pinchado más de una vez y eso implica pasar los siguientes seis meses con la incertidumbre de un posible contagio y realizándose serologías periódicas. Por este motivo, se ha discutido en ocasiones que los trabajadores sanitarios tengamos en nuestro sueldo un complemento por riesgo biológico. Personalmente, fui consciente de los riesgos que entrañaba mi profesión antes de elegirla y, si bien por un lado creo que un complemento por riesgo biológico no sería injusto, considero prioritarias en este momento otras reformas retributivas que ahora no vienen al caso.

Lo que sí quiero comentar son dos situaciones que, desde estudiante, me han llamado la atención en relación con los pinchazos de los sanitarios.

La primera de ellas es que algunos trabajadores, afortunadamente pocos, no comunican los pinchazos de forma pertinente. Esto sobre todo ocurre cuando la aguja está contaminada con sangre de alguien con poco riesgo de tener una enfermedad contagiosa; como por ejemplo, un niño. Es verdad que el riesgo de contagio es muy bajo en la mayoría de los casos, pero también lo es que las posibilidades de contagio por pinchazo son reales y que deberían de quedar todos ellos registrados de forma pertinente; si no por motivos de prevención, al menos por motivos legales.

La segunda situación es la relativa a nuestra vida sexual. De ser una persona presuntamente sana, pasas a ser alguien con posibilidades de tener y poder transmitir hepatitis y VIH. Yo considero que tu(s) pareja(s) sexual(es) tienen derecho a saber esa nueva situación. Y tener que dar esa noticia no es algo que aumente precisamente la líbido.

A pesar de vivir con la incertidumbre de un posible contagio y de las consecuencias sobre la sexualidad, no protesto. Como escribí antes, siempre fui consciente de este gaje de mi oficio. Pero creo que es bueno comunicar esto a las personas que desconocen esta realidad sobre los sanitarios.

Foto: Punta de una aguja al microscopio electrónico de barrido, observándose colonias de bacterias.

3 de diciembre de 2010

El dilema de la radioterapia sola


-Estoy teniendo problemas con algunos pacientes y necesito que me ayudéis.

Así de sincero se mostró el viernes pasado un otorrinolaringólogo que se sentaba un par de filas más atrás que yo en un curso de Oncología de cabeza y cuello.

-¿Debemos consentir que haya pacientes que no quieran ponerse quimioterapia?

Planteada así, la pregunta parece terriblemente paternalista; pero, dentro de su contexto, es muy interesante. Este contexto es el carcinoma epidermoide de laringe localmente avanzado; es decir, el cáncer de garganta más frecuente cuando es de tamaño grande y no se ha extendido aún por el resto del organismo.

Para muchos pacientes, esta enfermedad tiene dos tratamientos posibles:

1. Cirugía. La operación se llama laringuectomía (la expliqué hace unos meses aquí). Actualmente no supone un gran riesgo quirúrgico, pero es muy mutilante: implica la amputación de la laringe y la consecuente pérdida de la voz, quedándose con un agujero en la parte anterior del cuello que ya no se podrá cerrar.

2. Quimiorradioterapia. Esta opción consiste en olvidar la cirugía y probar con quimioterapia y radioterapia y, si todo va bien, no hará falta realizar ninguna cirugía. En el caso de que no vaya tan bien como se esperaba, se operará.

A muchos pacientes se les ofrece que elijan lo que prefieren. Muchos preguntan que qué es lo mejor y se les responde la verdad: la supervivencia a la enfermedad al cabo de cinco años es prácticamente la misma eligiendo cualquiera de las dos opciones. Entonces, la mayoría de los enfermos eligen la quimiorradioterapia, dado que supone una posibilidad de conservar sus cuerdas vocales "sin agujeros".

En estos casos, se envía al paciente a los oncólogos para que realicen el tratamiento. Y es aquí donde se presenta el problema que comentaba mi compañero de curso.

Al parecer hay pacientes que, tras haber elegido quimiorradioterapia, deciden que la radioterapia se la darán sin problemas; pero que la quimioterapia, por sus efectos secundarios, prefieren no recibirla.

La radioterapia sola puede curar un cáncer de laringe; de hecho, se usa para tumores pequeños. Pero en el caso de grandes cánceres, la supervivencia con radioterapia sola es menor que con cirugía o con quimiorradioterapia.

El conflicto es el siguiente: por un lado, todo enfermo tiene derecho a decidir qué tratamiento quiere recibir y qué tratamiento no, según su principio de autonomía. Por otro lado, recibir un tratamiento incompleto aumentará las complicaciones y la mortalidad de la enfermedad e, inevitablemente, los gastos sanitarios de los pacientes que se nieguen a una quimioterapia que deberían recibir, serán mayores.

Ahora entenderéis la pregunta de ese curso: ¿Debemos consentir que haya pacientes que no quieran ponerse quimioterapia? Debate abierto.

Foto: Armarios de colores plantean diversas opciones en Leroy Merlin.